El Pórtico de la Gloria
Vanguardismo medieval.
En 1168 el Mestre Mateo (y su obradoiro) se puso manos a la obra con su obra maestra: concluir la Catedral románica de Santiago de Compostela. Pero soplaban nuevos aires en el arte, o por lo menos en la cabeza de Mateo. El arquitecto y escultor tenía rompedoras ideas, y eso incluía violar un poco las leyes del Románico para crear algo absolutamente novedoso, acorde con los tiempos, y al mismo tiempo atemporal.
Una cosa nunca vista, ni siquiera en Francia.
Dado el número de visitantes que venían a la —por así decirlo— capital espiritual de Europa en la época (ahí se implantó el célebre botafumeiro, para tapar la peste a peregrino sudoroso que inundaba el templo), la cosa seguro que tuvo mucho de propaganda y de ego artístico. Con semejante escaparate, Mateo quiso inducir el stendhalazo.
El proyecto al que le daba vueltas el artista (aunque en aquellos tiempos la figura del artista no existía tal y como la conocemos) era revolucionario: una cripta para salvar el desnivel entre las naves del templo y el terreno colindante y una fachada inédita hasta entonces, con múltiples figuras que casi parecían moverse e incluso tocar música.
Después, pintar la portada con colores extraordinarios que aguantaran la lluvia compostelana (el pórtico estaba a la intemperie antes de que los barrocos hicieran de las suyas), colocar apóstoles y profetas en las columnas, ¡Y hacer que conversaran entre ellos! ¡alguno hasta parece reír…!
El Pórtico da Gloria se convierte así en uno de los conjuntos escultóricos más innovadores de la época, una extraordinaria portada que da la bienvenida a la Catedral por su fachada occidental.
Mateo, para culminar la arquitectura del templo románico creó un portal con tres arcos para que sirven de entrada a cada una de las naves del templo. El arco central se divide en dos por un parteluz, otra innovación del maestro, pudiendo así aumentar el tamaño del enorme arco central.
Ya se puede oler el gótico, en el que la luz forma parte fundamental de la arquitectura.
Mateo metió columnas en esos arcos, y como un hechicero las dotó de vida. Los basamentos muestran animales combatiendo o directamente comiéndose figuras humanas. Monstruos que puede que representen los vicios y miserias humanas aplastadas por el poder de Cristo.
Al subir, descansando sobre los fustes de las columnas vemos a esos sorprendentes personajes que definitivamente dejan atrás el Románico. Desaparece la rigidez y el enigmático amaneramiento de esa Alta Edad Media —donde, como si de postimpresionistas se trataran, a los artesanos el estudio de la naturaleza parecía importarles un carallo—. Ahora, surgen unas figuras casi humanas que destacan por su naturalismo idealizado. Recordemos los versos de Rosalía de Castro:
¿Estarán vivos? ¿serán de pedra
Aqués sembrantes tan verdadeiros,
Aquelas túnicas maravillosas,
Aqueles ollos de vida cheos?
Son esculturas a la vez expresivas y naturalistas. Un ejemplo es esa extraordinaria sonrisa de Daniel (que supera a la de la Gioconda con creces) pero también se puede ver el arte de Mateo (o de su taller, es evidente que ahí crearon varios artistas diferentes) en ese Cristo mostrando sus llagas en el centro del pórtico, rodeado de los evangelistas, o ese Apóstol Santiago sentado bajo JC en el parteluz, o esos Jeremías, Moisés o Isaías que si no están vivos, poco les falta…
Más de un peregrino en la Edad Media se debió quedar de piedra tras recorrer cientos de kilómetros y ver esos futuristas rostros de santos y profetas dándoles una bienvenida.
El plato principal está en el tímpano central (la parte superior que rellena el arco), que es puro 3D. Figuras de todos los tamaños rellenan el espacio (el miedo al vacío es evidente) y se posicionan en diferentes escalas. Algunos parecen playmóbiles, otros son casi a tamaño real. Todo indica que es la representación de la gloria basada en las alucinaciones lisérgicas de san Juan, el tío que escribió el Apocalipsis. Una prueba es que en las arquivoltas están los 24 ancianos tocando sus instrumentos, mirándose unos a otros o mirándonos a nosotros.
Los arcos laterales, sin embargo, son mucho más enigmáticos en cuanto a significado. En el de la izquierda quizás está representado el limbo. Algunos ángeles llevan las almas al pórtico central. Y por ahí andan —insisto en el quizás— Adán y Eva.
El arco derecho desde luego parece el infierno, que es a donde van los condenados. Hay mucha serpiente y gente sufriendo, casi es una portada de Black Metal medieval. Ahí vemos representados varios pecados: lujuria, gula, orgullo, avaricia… Cada vicio es castigado eternamente por criaturas monstruosas: un demonio le arranca la lengua a un blasfemo con unas grandes tenazas, el goloso no puede tragar una deliciosa empanada gallega al tener una soga al pescuezo, el borracho no puede beber al estar colgado cabeza abajo…
Más divulgativo, imposible…
Si en esa época la mayoría de la gente no sabía leer, y no entendían nada de esas misas en latín, un manual visual de adoctrinamiento, divulgación y evangelización como el Pórtico da Gloria era esencial. Y como venía gente de toda Europa, ese nuevo arte creado por Mateo se extendió como un virus.
Mateo, que por cierto, se autorretrató —o eso dicen algunos— detrás de todo el conjunto. Si entramos en la Catedral de Santiago veremos al Santo dos croques arrodillado ante la nave central del templo. Así de orgulloso firmó su obra en los estertores del Románico uno de los primeros artistas medievales plenamente conscientes de serlo.
Dicho esto, si queréis disfrutar del Pórtico da Gloria en toda su plenitud, es esencial verlo en directo. Pagad el correspondiente diezmo (desgraciadamente ahora habitual en todos los templos católicos… si se levanta Jesucristo expulsaría a unos cuantos mercaderes), pero podréis sentir la energía artística de casi 10 siglos de historia ante vuestros ojos.