Hartos de cierta arte
En la segunda mitad del siglo XX la gente empieza a cuestionarse el valor del arte en todos los sentidos.
El valor por ejemplo de 30 g.de mierda: Su valor artístico, intelectual, espiritual y por supuesto económico.
Hoy el arte es más variado que nunca, diverso. Tan heterogéneo que satura. Y quizás por ello provoca tanta ambiguedad. Es inevitable cuestionarse su pureza, ya que hay que reconocer una clara tendencia hacia la frívolidad, y una evidente intención críptica, para que lo entienda muy poquita gente.
Tiende al elitismo, porque lo que realmente importa hoy es su comercio. El mercado del arte es en la actualidad un esperpento delirante. Los precios suben en función de modas, opiniones de críticos, caprichos de comisarios y gustos de los coleccionistas.
Un mundo de sicofantes, aduladores, políticos corruptos, profesores de arte incompetentes y galeristas snobs. Un mundo de todos menos de los artistas.
El arte es hoy pura especulación reflejo de la economía capitalista, y nada es tan especulativo como el arte conceptual, que viene a ser una elaborada venta de humo, aunque no le guste oírlo a cierta gente.
Odiar el arte.
Es por esta situación que nacieron a finales de siglo ciertos colectivos artísticos de “odiadores del arte”. No odio al arte en sí (todo lo contrario), sino odio al negocio que supone, odio a su producción interesada e irresponsable.
En realidad son grupos que sencillamente reivindican el sentido común y el criterio estético. Y lo hacen con rabia, con virulencia si es necesario. Estamos hablando de Odio, una palabra bastante poderosa, pero que es precisamente lo que provoca el odioso mundo del arte actual.
Mucho podrían decir, y no se equivocarían, que el origen de todo está en Duchamp y sus bromas dadaístas, pero con la perspectiva de la historia, este señor estaba cumpliendo con su deber de artista investigador, su obligación de cruzar límites, ni más ni menos. Un urinario al revés es a dónde el creía que se dirigía el arte moderno, y no se equivocó.
¿Cuál es entonces el símbolo de este arte actual, tan elitista, tan falso, tan ridículo…?
Pues es el premio Turner, con sus polémicos y sonrojantes fallos del jurado. Una institución a medias entre el arte oficial y la sórdida multinacional que acepta trabajos de todo tipo menos pinturas figurativas y que actualmente es el faro del arte contemporáneo.
Los Stuckistas.
Es por ello que en Gran Bretaña, donde se falla este premio, surgió un grupo de artistas que se rebeló contra este mundillo. Fueron los Stuckistas, que publicaron un manifiesto y todo, como en las viejas vanguardias del siglo XX.
Liderados por Billy Childish y Charles Thomson, los stuckistas nacieron para promover la pintura figurativa frente al auge del arte conceptual, cada vez más indescifrable y mediocre. Querían poner en valor otra vez la pintura como medio expresivo frente a la insoportable superficialidad que veían en el arte.
Lo que venían a decir era algo radical, intransigente, y probablemente equivocado: “Los artistas que no pintan no son artistas”. Recordemos que era una declaración fruto del odio.
Los stuckistas se alejaron de premios corruptos, de instituciones oficiales, y abrieron su propia galería. Realizaron protestas frente a templos como la Tate y buscaron boicotear lo máximo posible a su enemigo: el arte conceptual encarnado en los YBA (Jóvenes artistas británicos como Hirst) y las instituciones que los respaldaron; Tate modern, Charles Saatchi y el Premio Turner.
El movimiento se contagió por toda Europa, evolucionando en la Escuela de Leipzig, el Hartismo o el Art Hate.
Art Hate.
El otro gran movimiento fue el Art Hate, que ya con su nombre lo dice todo. Un grupo que busca “terminar con la emoción manipulada y destruir el mercado homogéneo, no crítico y su popularismo aburrido”.
Su objetivo era liberar el arte, en poder de las élites, de políticos de derechas y ex alumnos de universidades privadas. Devolver al arte su valor, que no es precisamente ganar más dinero con sinsentidos.
Su creador fue también Billy Childish (un tipo que parece que no acaba de digerir muy bien el arte actual) que reunió en su nuevo taller L-13 a un grupo de artistas igual de ultrajados que él.
Gente como Jamie Reid (antiguo diseñador de Sex Pistols) o James Cauty eran mucho más beligerantes que los stuckistas:
El shock-art o los Banqueros Dadá no se dan cuenta de cuan inútil, aburrido y patético es su amor al comercio. Ya tenemos estrellas del rock, de cine, modelos y políticos comportándose como abuelitas acongojadas. No hace falta que se les unan los artistas. Art Hate es superior y elevado espiritualmente porque nace de la simple reflexión de que amar el arte es también odiarlo.
Art Hate realiza protestas más virulentas, pero nunca dejando de pintar, y además obra de calidad (por supuesto figurativa). También se volcaron en el activismo, realizando maravillosos carteles propagandísticos entre lo antifascista y lo dadá o creando eventos como su “Semana del odio al arte”.