Las aventuras del joven artista Adolf Hitler
Hitler no fue admitido en Bellas Artes. Si llega a entrar, quizás el mundo hubiese sido distinto.
Analizamos los primeros años de Adolf Hitler, cuando el futuro Führer quería ser el artista más grande del mundo, pero acabó frustrado y muy, muy enfadado.
Al final, como sabemos, su ambición se decantó por otros derroteros.
El jovencito Hitler
El Hitler adolescente era un pésimo estudiante. En 1904, con 16 años, el fracaso escolar llamó a su puerta y abandonó la escuela con sólo la asignatura de dibujo aprobada.
¿Conclusión? Su futuro estaba en la pintura. Durante tres años, el nini Adolf deambulaba por Linz sin buscar trabajo. Únicamente garabateaba de vez en cuando en su cuaderno. Años después afirmaría que esos años fueron los mejores años de su vida.
Poco después Hitler viajó a Viena para cumplir su sueño de hacerse pintor. Llegó a la Academia de Bellas Artes y se presentó a la prueba de admisión, convencido de su talento. Sin embargo eso del talento es muy subjetivo, y el joven artista no fue admitido, lo cual lo decepcionó muchísimo.
Al año siguiente, con una técnica más depurada, lo intentó de nuevo pero los resultados fueron aún peores, e incluso llegaría a prohibírsele presentarse otra vez al examen de acceso. Aunque el rector se apiadó de él y, vistos sus dibujos en los que abundaban los edificios y escaseaban las personas, le aconsejó intentarlo en el campo de la arquitectura. Aunque Hitler no se había graduado en la escuela, y eso era imperativo para entrar en arquitectura. Su futuro había acabado.
Estaba convencido de que aprobar el examen sería un juego de niños… estaba tan convencido de que aprobaría que cuando recibí el suspenso fue como si cayera sobre mí un rayo del cielo.
Vida bohemia en Viena
El pobre Addie, destrozado, decidió quedarse en Viena para evitarse la humillación de volver a casa con el rabo entre las piernas. Aunque la ciudad era para él una “repugnante babilonia de razas”, era consciente de que era uno de los lugares más culturalmente activos de Europa, y el joven no iba a renunciar a su ambición artística por la opinión de unos “judíos”. Según parece, el futuro dictador estaba convencido de que fue un profesor judío el que había rechazado sus obras y años más tarde, durante la ocupación militar en Austria, ordenó personalmente el asesinato de varios miembros de la Academia por las SS.
Prácticamente indigente, su única fuente de ingresos fue barrer la nieve, cargar maletas en la estación de tren o la construcción. Comía en comedores sociales y a veces dormía en la calle, pero nunca dejó de pintar. Quizás algún día conocería a un artista que podía ayudarlo en su carrera, y por eso frecuentaba cafés de artistas, donde nunca acabó de destacar. Se estima que en esos años Adolf realizó más de 1000 dibujos, pinturas y acuarelas.
Llevando esa vida bohemia en Viena, poco a poco su suerte fue mejorando y hasta llegó a mantenerse una temporada exclusivamente pintando cuadros y postales de la ciudad (curiosamente, la mayoría de sus clientes eran tiendas de comerciantes judíos). Pese a todo, su antisemitismo creció exponencialmente en la cosmopolita Viena, y de hecho años después reconoció que fue en esta ciudad donde su odio a los judíos empezó a fraguarse. Ese odio fue además una excusa para irse escaqueando poco a poco del servicio militar ya que “no deseaba servir junto a eslavos y judíos”.
Viena debió ser para mí la escuela más dura y a la vez la más provechosa de mi vida. Había llegado a esta ciudad cuando era todavía adolescente y me marchaba convertido en un hombre taciturno y serio.
Como vemos, su obra es prácticamente toda de paisajes. Y también pintaba flores, pero nunca le interesó demasiado el retrato, aunque evidentemente realizó algunos como encargos alimenticios, incluidas varias mascotas. Se sabe que Adolf era un verdadero amante de los animales, vegetariano y profundamente tierno con los perritos.
De artista a soldado
Aunque con el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, Hitler acabaría presentándose como voluntario y luchó en el frente occidental, hasta ser ascendido a cabo (no fue promovido más allá pues parece ser que aún no poseía dotes de mando). Seguro de que Alemania iba a perder la guerra “por causa de los judíos y los marxistas” decidió canalizar su ira pintando. De hecho, dibujó algunas cosas para el periódico del Ejército, incluidas varias caricaturas.
Y por supuesto, continuó con los paisajes. Muchos de ellos muy cerca de las trincheras.
Si sus primeras piezas se basaban en detallados paisajes rurales y urbanos, parece que la guerra marcó su arte y empezó a crear obras más caóticas y descuidadas, basadas en paisajes desolados o ruinas, e incluso material militar como tanques.
Pero cuando efectivamente Alemania salió derrotada, fue un golpe durísimo para un fanático nacionalista como él. Ahí empezó su verdadero odio visceral a todo lo que pareciera semítico pues culpó a los judíos alemanes de traición, junto a “esas ratas socialdemócratas”.
Cuanto más conozco al hombre más quiero a mi perro.
Adolf descubre su otra vocación
Como veterano de guerra regresó a Munich y vio a su país sumido en el caos y la miseria que la recién creada República de Weimar intentaba controlar. Miles de facciones políticas causaban una tremenda crispación social y cualquiera podía dar un discurso en cualquier cervecería. Un día el ex-soldado abrió la boca en un exaltado discurso y dejó a todos con la boca abierta. Resulta que el tío era un excelente orador. En cuestión de semanas cada vez había más muchedumbre para escuchar sus arengas contra los judíos, los marxistas y los separatistas.
En ese momento Hitler decidió que el arte ya no era una prioridad. Ahora lo suyo era la política… Y menuda armó. Aparcó la pintura por un tiempo y sólo la retomó a nivel aficionado.
Uno de los más sorpendentes hallazgos de los últimos años fue encontrar tras uno de sus cuadros varios dibujos de personajes de Walt Disney (otro ilustre antisemita) como varios enanitos y Pinocho, firmados con las iniciales A. H.
Antes de la Segunda Guerra (su gran obra maestra, podríamos decir) Hitler le dijo al embajador británico Nevile Henderson: “Yo soy artista y no político. Una vez que se resuelva la cuestión polaca, quiero terminar mi vida como artista”.
Al final, Hitler fue conocido por otro tipo de “obras”, pero nunca llegaría el ansiado reconocimiento artístico. Ahí os dejamos algunas de sus pinturas y dibujos por las que se llegaron a pagar miles de euros en varias casas de subastas.
Quizás la más grande y mejor lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia.