Los carteles de Drew Struzan
Maestro del perdido arte del cartel cinematográfico.
Quizás no os suene el nombre de Drew Struzan, pero seguro que alguna vez habéis visto sus carteles para algunas de las películas más emblemáticas de la historia del cine.
Estamos hablando de obras maestras de la cartelería como las sagas de Regreso al Futuro, Indiana Jones, Harry Potter o Star Wars, iconos cinematográficos como Rambo, E. T. o Los Goonies y exquisitas obras de arte como son los posters de La Cosa, Blade Runner o Golpe en la pequeña China.
Son piezas que no sólo cuentan el concepto de la película en una sola imagen ayudando a venderla como producto sino que la mejoran, la complementan, la hacen más rica. Verdaderos iconos de la historia del cine.
Eran tiempos aquellos en los que la gente iba al cine quizás solo viendo el cartel como gancho, y Struzan sacó el máximo rendimiento que pudo con espectaculares composiciones, rostros hiperrealistas y atractivas narrativas que desgraciadamente ya no se ven en estos tiempos. Ahora abundan fríos fotogramas, cabezas gigantes de las dos estrellas y diseños rephotoshopeados hasta la extenuación.
Drew Struzan nació en una familia pobre, muy pobre. Un entorno poco propicio para una mente creativa como la suya, pero desde muy pequeño ya dibujaba magistralmente, por ejemplo en rollos de papel higiénico, a falta de otro soporte donde plasmar su creatividad. Por ello, cuando pudo largarse de casa, decidió estudiar arte en California e intentar comenzar una carrera como artista que al principio se le resistió un poco.
En esos años Struzan se vio continuamente obligado a elegir entre la comida y la pintura. Eligió lo obvio para un artista. Y utilizó cada gota de pintura sabiamente. Quizás gracias a ello pudo sacar tanto de tan poco, esparcir hasta la última gota de pintura, algo que se convirtió en una seña de identidad.
En esos años famélicos, Struzan aprendió lo máximo que pudo del oficio del arte como artesanano. Sus trabajos tardaron en llegar al mercado, pero finalmente llegaron, en primer lugar en la industria musical. Sus primeros trabajos como diseñador para Alice Cooper y Black Sabbath dejaron a todo el mundo sorprendido. No se hizo millonario, pero su arte empezó a llamar la atención en California.
El artista cobraba muy poco. Desde luego no lo suficiente para alimentar a su mujer y a su hijo. La única solución que consiguió fue introducirse en una industria mucho más lucrativa: la industria del cine, y ahí, poco a poco se labraría su futuro como un figura fundamental del séptimo arte.
Empezó con pequeñas películas de serie B hasta que en 1977 recibió una llamada que cambiaría su destino. Un todavía bastante desconocido George Lucas había conseguido rodar su extraño proyecto de ciencia ficción por el que en principio nadie apostaba. Una space opera bizarra llamada La Guerra de las galaxias. El artista Charles White III que había sido profesor de Struzan necesitaba un poco de ayuda para humanizar los rostros del poster de la peli y recordó a su antiguo alumno. Juntos pintaron lo que hoy ya es historia del cine.
Star Wars supuso un éxito sin precedentes y las puertas de Hollywood se abrieron para Struzan, que empezaría a diseñar lo que hoy son verdaderos iconos del séptimo arte, incluidas las secuelas de Star Wars, con el impresionante poster sin precedentes en la cartelería del cine para El Retorno del Jedi.
Durante los años 80 ilustró pósteres para LucasFilms y la factoría Amblin de Spielberg, verdaderos taquillazos en los que sus directores no niegan el valioso apoyo de las imágenes icónicas de Struzan para enganchar al público.
Struzan ilustró cientos de películas, desde las más taquilleras a obras de culto, y en todas ellas, le dejaran total libertad o le impusieran una idea, concepto o diseño, el artista dejó su irreconocible huella que todavía hoy en día es parte importante de la cultura cinematográfica del siglo XX.
Ahí tenemos las espléndidas colaboraciones con John Carpenter: su casi surrealista poster de Golpe en la pequeña China, en la que no sólo nos da una impresión de lo que podía significar ver semejante obra maestra, sino que además expande un poco más los límites fuera de la pelícua; o su genial interpretación de otra maravilla del séptimo arte como es La cosa, que aunque parezca increíble, al parecer pintó en una sola noche ante el inminente estreno del film.
Increíbles posters como el de Blade Runner, que al final no fue seleccionado para promocionar el film en su época, pero en el futuro si se utilizó para las reediciones, dándole un toque de distinción a un icono cinematográfico incontestable.
Struzan continuó ilustrando éxitos de crítica y público hasta bien entrados los 90, cuando los estudios decidieron por alguna razón que los posters hechos a mano no servían ya para el público de la época. Poco a poco el arte se fue perdiendo, aunque el artista trabajó intermitemente sin perder sus señas de identidad, ajeno como siempre al gusto de los ejecutivos.
Directores como Guillermo del Toro o Frank Darabont, verdaderos fans de Struzan no dudan en llamarlo para ilustrar el poster de cada nuevo proyecto que sacan, aún sabiendo que en la actualidad la industria del cine ya no apuesta por esa técnica artesanal de pintar a mano. Ahora se ilustran los carteles con fríos fotogramas sin vida, retocados con photoshop y manipulados por hordas de creativos de los estudios, reduciendo el nivel artístico del poster de una película a niveles casi nulos.
En esos viejos tiempos de videoclubs y carteleras de cine de barrio, casi podías elegir lo que querías ver con un vistazo a uno de los diseños de gente como Struzan. Redefiniendo el arte del poster cinematográfico, Struzan mezclaba realismo, estilización y lo más importante de todo para un artista: honestidad. Sus obras tienen mucho de cultura pop, de viejos carteles de cine de serie B. También de artistas genuinos de los Estados Unidos como Norman Rockwell y demás movimientos artísticos como pueden ser el Art Decó, o el Art Nouveau.
Mezclando las técnicas que consideraba más adecuadas para cada proyecto (sobre todo óleo, acuarel, gouache y aerógrafo), en sus cuadros se mezcla el hiperrealismo más asombroso (sobre todo en los rostros) con arte abstracto que va de la salpicadura a texturas y patrones al azar creados por los propios pigmentos.
Esta textura, este aspecto matérico es lo que se echa en falta hoy en día. Con la llegada de los ordenadores, para los estudios eran mucho más baratos y manipulables los carteles creados digitalmente, y poco a poco se fue perdiendo esa característica vida que tenían las ilustraciones de Struzan. Se fue perdiendo el viejo arte del cartel de cine.
Hoy en día el artista está semi-retirado. Hollywood ya no cuenta con él, pero Struzan no deja de dibujar un solo día de su vida. Quizás vuelvan los tiempos en los que los carteles de cine eran obras maestras independientes de la película, que ayudaban a venderla, a explicarla, a entenderla y podramos disfrutar de nuevas obras maestras de la ilustración que ayudaron a hacer de muchas películas —algunas realmente malas si observáis abajo—, obras atemporales y atractivas.