Pollas en el Herald
Los garabatos obscenos penetran en el mundo del arte.
En 2012, dos contables australianos, Dylan Merritt y Jeremy Bassett, pasaban el tiempo en lugar de trabajo dibujando a escondidas pollas en los ejemplares del tabloide The Herald Sun que sus colegas dejaban encima de la mesa.
La broma de oficina se convirtió en un entretenimiento más elaborado cuando, entusiasmados, crearon la página de Facebook Drawing Dicks On The Herald Sun. Merritt afirma que “no somos buenos dibujantes, sólo pensábamos que era una buena broma”, pero la página empezó a recibir la atención de cientos de dibujantes aficionados.
En pocos meses, los artistas establecidos empezaron a reclamar su espacio. Autores como Tom Collins o Jonathan ejercieron de abusones, ganando todos los concursos de “polla de la semana” convocados por la página.
En un interesante quiebro que sería digno de unos cuantos debates en las facultades de Bellas Artes, la fama “popular” de los penes dibujados en las caras de políticos y artistas ayudó a aumentar el prestigio académico y crítico de estos artistas.
La entrada en el canon artístico de las pollas del Herald vino, como no, a través de las galerías de arte. Tras un celebrado documental sobre el fenómeno, la galería Artboy de Melbourne inauguró en febrero una exposición muy convenientemente llamada “Dibujando pollas en el Herald Sun: La exposición”. Las páginas originales del diario con sus “manipulaciones” se exhibían orgullosas y primorosamente enmarcadas, para deleite de los visitantes.
Además, parte de los ingresos se dedicó a una buena causa: la investigación del cáncer de próstata. La National Gallery y el Museo de Melbourne rechazaron la misma exposición, pero es de suponer que todo llegará.
Desde el punto de vista artístico, lo que se puede ver en este “contenedor cultural” es muy diverso: desde obras absolutamente naif cuyo verdadero lugar es un libro de ciencias de un doceañero atormentado por las hormonas, a ilustraciones sorprendentes e increíblemente elaboradas.
En la mayor parte de ellas predomina el humor (grueso casi siempre), pero después de una exposición continuada a tanto falo, la percepción de la realidad puede verse alterada. Lo que busca todo arte que se precie, vaya.
En este sentido nos vienen a la mente los maravillosos títulos de crédito finales de la película “Superbad” (2007):