Propaganda del 8 de marzo en la Rusia Soviética.
El día internacional de la mujer visto desde la perspectiva soviética.
La Revolución de Octubre de 1917 empezó meses antes (conocida como la Revolución de Febrero, fue el 8 de marzo según nuestro calendario gregoriano), y la iniciaron las mujeres.
El hambre, el frío y la guerra habían quebrado la paciencia de las trabajadoras y campesinas de Rusia, de madres y esposas con seres queridos en el frente o torturados en cárceles zaristas.
El 8 de marzo de ese año, en el Día de la Mujer Trabajadora, miles de mujeres salieron en las calles de Petrogrado para exigir «pan para nuestros hijos» y «El regreso de nuestros maridos de las trincheras».
Las protestas de las mujeres trabajadoras representaron una amenaza tal, que incluso las fuerzas de seguridad zaristas, acostumbradas a brutales represiones, no se atrevieron a tomar las medidas habituales contra las rebeldes. Sólo pudieron observar con confusión la ira del pueblo.
El Día de las Mujeres Trabajadoras de 1917, las rusas levantaron la antorcha de la revolución proletaria y prendieron fuego al mundo.
Al conseguirse, la revolución socialista en Rusia significó una revolución también en la situación de la mujer, al menos en los primeros años.
Por primera vez, un país tomaba medidas concretas para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres (derecho al voto y la participación en el estado, el salario femenino seria igual al masculino, derecho al aborto legal y gratuito, al divorcio, eliminación de la prostitución…). La mujer rusa tomo parte activa en todo el proceso revolucionario, a pesar de los siglos de brutal opresión, sobre todo entre las campesinas.
Con la revolución ya consolidada, la mujer trabajadora rusa se convirtió en decisiva para la producción, concentrada en las grandes fábricas o complejos agrarios, en las minas, en la construcción civil, en universidades…
Surgió entonces la propaganda dirigida a un sector fundamental para el desarrollo del experimento utópico.
En las primeras cúpulas políticas de la revolución hubo muchas dirigentes mujeres, que además de concienciar a la población femenina de su nueva situación quiso promocionar un nuevo y ambicioso plan:
Para la plena emancipación de la mujer, para su igualdad efectiva en relación al hombre, era necesaria una economía que librase del trabajo domestico y en la cual ella participase de forma igualitaria al hombre.
La fecha del 8 de marzo fue recordada siempre, pero hasta que no se consolidó la revolución no fue una festividad oficial.
La feminista Alexandra Kollontai (comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública y primera mujer de la historia en ocupar un puesto en el gobierno de una nación) fue la que consiguió que el 8 de marzo se considerase fiesta oficial en la Unión Soviética, aunque laborable.
Habría que esperar hasta 1965 para que se declarara no laborable.
De todas formas, la máquina propagandística rusa trabajó todos los años en la visibilización de este día y sacó numerosos posters para recordar el día del inicio de la revolución.
Como vemos, en muchos de ellos se instauró estéticamente el constructivismo, arte oficial en esos primeros años.
Pero con la llegada de la II Guerra mundial y el gobierno de Stalin, los esfuerzos propagandísticos hacia la mujer se dirigieron a la guerra.
La propaganda feminista desapareció. Hasta estéticamente se adoptaron imágenes más adaptadas al «realismo socialista», el arte oficial de la época estalinista.
El papel de la mujer fue de doblar su trabajo y de nuevo el de ama de casa para cuidar a la URSS del enemigo mientras los soldados estaban fuera.
Salieron incluso carteles con mujeres (siempre de rojo o con un pañuelo de este color en la cabeza) incitando a las demás a guardar silencio. Los espías nazis o capitalistas estaban por todo el país.
Tras la guerra, el dictador siguió purgando a sus enemigos, hombres y mujeres. El utópico experimento ruso ya no parecía tan ideal, aunque continuó durante décadas.
En los carteles posteriores, todo rastro de vanguardia constructivista desapareció y Stalin se convirtió casi en el creador del 8 de marzo.
Anuque nunca se dejó de promocionar el 8 de marzo, quizás para tener contentas a las mujeres, ese sector de la población que tenía la capacidad de iniciar revoluciones.