Lucio Fontana
Italia, 1899–1968
¿Y si en vez de un pincel utilizáramos un cuchillo? El espacio del lienzo se vería afectado, creando incluso una nueva dimensión pictórica, por no decir ya escultórica…
Es lo que hacía el italiano-argentino Lucio Fontana: Agujerear, rajar y deteriorar lienzos. Fontana buscaba una nueva definición espacial para el medio pictórico y parece ser que la encontró con la abolición del espacio ilusorio y su sustitución por el espacio real. Una pintura que «existe», por así decirlo. A todo esto lo llamó Espacialismo.
Fontana era un italiano nacido en Argentina. Un tipo normal y corriente que incluso se fue a luchar para otros la I Guerra Mundial. Ahí tuvo suerte y sólo fue herido.
En los años 20 se marcha a su Argentina natal y ahí trabaja como escultor junto a su padre, y eso suponemos que influyó en el futuro arte del joven Fontana, que empezó a unir, al menos inconscientemente, conceptos de escultura y pintura. Volvería años después a Europa a poner en práctica su Manifiesto Blanco (1946), en el cual dice que «la materia, el color y el sonido en movimiento son los fenómenos cuyo desarrollo simultáneo integra el nuevo arte».
No sería hasta los años 50 cuando este nuevo arte se hizo mundialmente famoso. La época de la dolce vita trajo su popular serie de los tajos, consistente en agujeros o tajos sobre la tela de sus cuadros.
Son lienzos monocromáticos, castigados a base de buchi y tagli (agujeros y cortes), que nos hablan, entre otras cosas, de lo que es el espacio real, del material para su uso conceptual, del objeto, del gesto individual, de violencia…