Fuji Rojo
Otoño en Japón.
Este Fuji Rojo está considerada por muchos como la obra más importante de su serie «36 vistas del monte Fuji», que son una serie de «ukiyoes», es decir, estampas de madera. La elaboración de esas pinturas en serie tuvo un pico en su producción a partir de los siglos XVIII y XIX, con el aumento de la burguesía japonesa, porque eran obras de arte algo más asequibles que las pinturas o retratos tradicionales. Esa técnica de ukiyo-e ya se conocía y se practicaba desde mucho antes, pero no al nivel de este periodo. Dentro de esas 36 vistas del Fuji está la ya conocidísima Gran Ola de Kanagawa, que ya os sonará.
Entonces, ¿de dónde se ha sacado Hokusai este Fuji pintado de rojo? Resulta que está bastante cerca de ser una pintura impresionista, porque está retratando un momento concreto en el que el monte Fuji, en otoño, por cómo le da la luz del amanecer, aparece momentáneamente entero de color rojo. El viento del sur hace que el cielo esté totalmente despejado y de ahí este intenso contraste de colores. Los tres tonos de azul del cielo hacen mímica de los tres niveles del monte, y la poca nieve que queda en el pico imita a las nubes del cielo.
El monte Fuji ha sido representado hasta la saciedad en la obra de Hokusai primero porque es un símbolo de Japón, pero también por las creencias del artista: Hokusai fue miembro de la orden budista de Nichiren. En Japón, esta montaña ha estado tradicionalmente vinculada a la vida eterna, y según la tradición, un monje budista murió ayunando en él, convirtiéndolo desde entonces en un sitio de peregrinación y con una gran carga espiritual.