Muerte de San Inocencio
Vivid para siempre, o morid en el intento.
Anónimo
1520En el museo del Louvre de París se encuentra esta estatua anónima de alabastro de san Inocencio corroído por la podredumbre, pero pese a su estado, se sostiene en pie, como si todavía estuviera vivo.
Todo un recordatorio de cómo vamos a acabar todos, por mucho dinero, poder o belleza que tengamos, y una alegoría perfecta de lo que es la muerte: burlona, ineludible, al acecho en cualquier momento.
El santo tiene un escudo que pone algo así como: «No hay vida, por astuta o fuerte que sea para resistir, que yo no golpee con mi dardo, para dar a los gusanos su parte. Ruega a Dios por los muertos».
Ese san Inocencio da miedo, por supuesto, pero no queda otra que aceptar lo inevitable y tener las cosas en orden para cuando toque a nuestra puerta. Después de todo, con esa sonrisa incompleta (ya que le faltan dientes) y ese peinado tan cool, hasta hace que la muerte nos caiga simpática.
Como dijo Marco Aurelio: La muerte nos sonríe a todos, todo lo que un hombre puede hacer es devolverle la sonrisa.
Y mientras sonreís todo lo que podáis, tened siempre la intención de vivir para siempre, o morir en el intento.