Amor de madre
La belleza de la catástrofe.
Tal como existe el cine de catástrofes, también hay pintura de catástrofes. Sus principales autores: obviamente, los románticos. Hay numerosos ejemplos llenos de melodrama, épica y emociones desencadenadas en la pintura decimonónica europea.
Es Valencia, existía un autor hoy bastante desconocido, muy valorado en su época, pero hoy oculto entre el almidón de la Academia del XIX. Era Antonio Muñoz Degrain, que fue profesor del mismísimo Picasso y que hacía paisajes adelantados a su época, tanto en composición como en paleta.
Una terrible catástrofe le sirve de inspiración a Degrain para dar rienda suelta al color y a las emociones. Una inundación en la huerta de València provocó escenas tan desgarradoras como esta, donde una madre con el agua al cuello intenta salvar a su hijo de la furia de las aguas desbocadas. El torrente arrasa los campos, llevándose por delante barracas, aperos de labranza y naranjos en flor. El ser humano, minúsculo, patético, no es nada en comparación a la fuerza de las aguas.
Como paisajista, Degrain conocía la naturaleza, y también su poder destructor, pero como romántico sabía que hasta en los más terribles sucesos no falta la belleza si está presente la humanidad, en el mejor sentido de la palabra. Con unas pinceladas y una paleta adelantadas a su época, el pintor logra sacar belleza de la catástrofe.