Antes de que se abra el paracaídas
Vertiginosa muestra de futurismo tardío.
Un ejemplo de la Aeropittura creada durante los últimos estertores del futurismo italiano. Un subgénero que, como su propio nombre indica, está inspirada en el vuelo de los aviones modernos, la velocidad, el sonido de las turbinas y la máquina como poderoso artefacto de guerra. Recordemos que el manifiesto futurista decía en su punto nº 9:
Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo—, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las ideas por las cuales se muere y el desprecio por la mujer.
El futurismo fue perdiendo fuelle durante los años 20, aunque desgraciadamente esas ideas fascistas que empezaron como bromas para provocar y disgustar, como rebeldía de juventud, como performances, irían germinando y haciéndose cada vez más reales, ganando adeptos a diestro y siniestro.
En la década de los años 30 del siglo XX, con la vanguardia prácticamente desaparecida, con el auge de los fascismos en Europa y a las puertas de los horrores inéditos de la Segunda Guerra Mundial, algunos futuristas como Tullio Crali seguían viendo el futuro de modo optimista, excitante, prometedor, y realizaron pinturas acordes a esos sentimientos.
Es el caso de este paracaidista cayendo al vacío, pintado por Crali desde un vertiginoso punto de vista cenital. Vemos desde arriba al intrépido saltador y el paisaje empequeñecido a sus pies. Una perspectiva realmente novedosa, sólo imaginable desde el aire, y una atmósfera ruidosa, veloz, potente, trémula, como era del gusto de estos pioneros de los «ismos».