Autorretrato con monos
Una auténtica monada.
Liberado de sangre, corsés de yeso, lágrimas, fetos abortados, Diegos Riveras, clavos o venas comunicadoras; Autorretrato con monos es un ejemplo «amable» dentro de la producción pictórica de la comunista; pintado en 1943, a la edad de 36 años.
Ese mismo año Frida comienza a dar clases de pintura (ella, que jamás había estudiado plástica) en la escuela La Esmeralda en la Ciudad de México, teniendo finalmente que dejar la enseñanza oficial por sus muy conocidos problemas de salud. No obstante, en La Casa Azul, domicilio particular en Coyoacán que comparte con su marido D. R., la profesora continua una docencia doméstica acompañada solamente por cuatro alumnos, conocidos en adelante con el maravilloso apelativo de «los Fridos».
Aparece en el lienzo una mujer madura y serena, sin joyería (pareciera que esta posando coqueta para su padre fotógrafo), pulcramente ataviada con una blusa indígena y luciendo orgullosa una golondrina en pleno vuelo,
como calificaría Chavela Vargas a su sempiterna ceja única. Cuatro monos ojipláticos la rodean, mostrando dos de ellos gran afectividad, ya que enroscan su cola en su brazo y acarician con sus peludas manos su cuello y sus pechos yermos. La mexicana confesó que tales criaturas representaban en su imaginario a los hijos que nunca pudo tener, estableciendo así un fuerte vínculo emocional con sus pupilos como madre educadora.
De las 150 obras fridianas, un tercio son autorretratos, así de alto es el grado selfie de nuestra artista; pequeño vicio con el cual nosotras/os no podemos más que contemporizar; de hecho ya lo declaró en una de sus muchas frases célebres: pinto autorretratos porque estoy mucho tiempo sola. Me pinto a mi misma porque soy a quien mejor conozco.
Y es que ya lo dejo dicho Platón: cónocete a ti mismo,…
y serás la pintora latinoamericana más cotizada de la historia… por ahora.