El tiempo vuela
La imagen del Padre Tiempo y el deseo no cumplido.
El mismo año de su boda con Diego Rivera, la artista realizó la obra Autorretrato. El tiempo vuela. Es una obra sobria que, muy sutilmente, recuerda a los retratos de corte renacentista. No obstante, el collar de cuentas prehispánicas refuerza las raíces indígenas de su México. Con esta obra, Frida Kahlo emprende el camino hacia un trabajo más racial, simbolista y colorista. El folklore mexicano será el sello de identidad en la obra de la artista.
Kahlo aparece en un escenario sencillo como pieza central del cuadro. La artista aparece envuelta en una iconografía (reloj y avión) que representa a la figura mítica del Padre Tiempo. Erwin Panofsky, en sus Estudios sobre iconografía, asocia este concepto con la imagen del reloj, indicando el paso del tiempo. No importa ni la cronología ni el tema de la obra, ya que, el Padre tiempo puede representarse de muchos modos en una obra.
Por ejemplo, en la literatura puede ser el Conejo Blanco de Alicia en el país de las maravillas que obsesionado con el tiempo corre tras él para atraparlo. En la obra surrealista La persistencia de la memoria de Salvador Dalí, la figura del Padre Tiempo se refleja en la materia de los cuatro relojes; una masa que al ablandarse puede expandir el tiempo. En el cine se recurre a esta figura en la película El hombre mosca en la que vemos a Harold Lloyd envuelto en una trepidante aventura en el que el tiempo tiene una gran importancia. El reloj aparece de forma constante, símbolo de una sociedad que lucha por una vida próspera y exitosa. La escena culminante sucede cuando el actor aparece colgando de un gran reloj. Una burlona metáfora del tiempo que siempre nos ganará la partida por mucho que nos rebelemos.
Frida Kahlo con la iconografía del reloj y del avión simboliza la necesidad de que el tiempo corra para dejar atrás sus torturas emocionales y físicas que sufría desde jovencita por las secuelas del accidente del tranvía. Por una parte, el vuelo del avión en un idílico cielo azul, sin nubes, que vemos en el balcón que hay detrás de la pintora es un recuerdo de la infancia. A modo de metáfora, la pintora plasma un avión… Aquel avión de juguete que siempre pedía de niña y nunca obtuvo. Un deseo no cumplido. Por otra parte, la aguja del reloj que dicta sin cesar el paso del tiempo, al igual, que impone la velocidad de la sangre en las venas. Una carrera en la vida a contratiempo. Es el tic tac imparable del destino, el reloj que reposa sobre una columna salomónica, reflejo de su interior, iconografía que repite en el 1944 en la obra Columna Rota. En Autorretrato. El tiempo vuela, la artista recurre al Padre Tiempo para plasmar su estado. Para aliarse con ese tic tac lento y pesado que desde mucho tiempo ya forma parte de su ser.