La apoteosis de la guerra
El pintor de la guerra, paradójicamente dedicó su pintura a denunciarla.
El pintor de batallas Vasily Vereshchagin era bastante contradictorio: militar y pacifista al mismo tiempo, que además de documentar las guerras de medio mundo con exactitud fotográfica, aprovechaba para denunciar la barbarie de los conflictos.
Ya se lo dijo el káiser Guillermo II al pintor “Sus cuadros son el mejor seguro contra la guerra”, y en este caso no se equivocó.
La obra muestra el resultado de una cruenta batalla, que aunque parezca un paisaje surrealista o un bodegón de Cézanne, muestra una escena absolutamente real.
Dejar una pirámide con las cabezas de sus víctimas a las afueras de las ciudades conquistadas era una costumbre del conquistador turco-mongol Tamerlán, uno de los últimos caudillos nómadas del Asia Central. Y con la impactante escena Vereshchagin quiso denunciar no esta, sino todas las guerras habidas y por haber.
De hecho, en la parte posterior del lienzo hay una inscripción: “Dedicado a todos los conquistadores, pasados, presentes y por venir”.
Un paisaje escalofriante, en medio de un paraje desértico con olor a muerte, se convirtió en uno de los alegatos anti-belicistas más potentes de la historia del arte. Aunque seguramente, para los cuervos que sobrevuelan el paisaje este festín debía ser el paraíso.