Nenúfares
Monet tuvo que ver este cuadro.
Levitan fue un paisajista ruso que captó la belleza y la luz de la región del Volga. Ese verano lo pasó en Ostrovno, en Tver, descansando un poco debido a unos problemas cardiacos que llevaba arrastrando.
Mientras remaba en su bote sobre un apacible estanque, y quizás pensando un poco en la vida y en la muerte (los paisajistas —sobre todo en el realismo ruso— eran un poco intensitos), vio que todo era tan misterioso, tan profundo, tan aterrador y tan bello como un estanque profundo que no muestra su fondo.
Levitan pintó el cuadro ahí mismo, sobre el bote y au plein air, como lo habría hecho su ídolo Camille Corot. Pintó los nenúfares flotando en la superficie, los matices del cielo reflejados en el agua y el misterioso fondo evocado por esas algas que suben. Es como pintar la barrera misma entre dos mundos.
Algo inusual para un paisajista es que el horizonte queda fuera de la composición. Por ello muchos Peredvízhniki (grupo realista ruso) vieron en el cuadro más una naturaleza muerta que un paisaje, casi como un estudio o un experimento pictórico.
Pero el cuadro se convirtió en un hito. Tanto que es posible que el mismísimo Monet tuviera conocimiento de él para pintar su más de 250 cuadros de nenúfares en su última etapa.