Albert Lynch
Francia, 1861–1950
Albert Lynch fue un artista cuyas pinturas tenían el sello de autenticidad. Su arte venía de una idea que no necesitaba ni florituras ni simbolismo. Así era él, en su vida y en sus pinturas. Peruano nativo y viajero habitual… primero, como muchos artistas, viajó al extranjero para hacer carrera artística y después, por sus encargos de retratos e ilustraciones para libros y revistas que tenía por America, Asia y Europa.
Parece ser que comenzó sus estudios en Lima, en el taller de Leonardo Barbieri, donde aprendió las técnicas del retrato. En 1878 viajó a París para estudiar en la Escuela de las Bellas Artes junto al gran maestro William Bouguereau. En varios talleres completó su formación como pintor.
Para sus creaciones solo necesitaba a su mujer, que era su bella modelo para la mayoría de sus retratos, sus materiales de gouache, acuarelas o pastel y su entorno parisino para plasmar la realidad de la sociedad de la Belle Époque.
Lynch dijo: «mi objetivo es la ausencia de toda explicación anecdótica. Un trabajo debe hablar por sí mismo, no por la pequeña historia que relata. El sencillo encanto de luz, color y armonía de formas es un vasto campo, y deberían bastar para la expresión artística de una idea…»
De esta manera, proyectó en sus lienzos un realismo con carácter romántico y de refinada pincelada. Influenciado por su maestro Boguereau y con connotaciones prerrafaelitas. Todo ello, plasmado en el trazo de sus ropajes, la mirada serena de sus elegantes mujeres, su dominio del dibujo y su delicado uso del color y la luz.
En 1880 empezó a exhibir sus creaciones con éxito en el Salón de París. En 1890, 1892 y 1900 se le otorgaron premios de prestigio. A partir de aquí, vinieron varios reconocimientos. Su muerte le llegó con casi 90 años en la ciudad de Mónaco con un legado admirado en nuestra sociedad actual donde su maestría obtiene excelentes cotizaciones en las subastas.