Berthe Morisot
Francia, 1841–1895
En el seno de una familia burguesa francesa e interesada por el arte, unos padres le pagaron clases particulares de pintura a sus dos hijas. El maestro de estas vio desde el principio su potencial y ya advirtió a los progenitores que el arte puede llegar a regir el destino de sus dos hijas.
Se trataban de Berthe y Edma Morisot.
Estudiaron un año de la mano de Camille Corot cuya forma de captar la realidad a través de luz y el color influyó con notoriedad en su obra. Además las introdujo en el plein-air.
Con apenas 25 y 23 años respectivamente, Edma y Berthe expusieron en el Salón de París (el deseo vital de Manet). Las muchachas siguieron exponiendo hasta que sus vidas tomaron rumbos diferentes: Edma se casó y renunció a seguir pintando, mientras que Berthe se unió a la ola de la vanguardia.
Mientras trabajaba como copista en el Louvre, un señor con barba se le acercó pidiéndole si podría posar para él: era Édouard Manet. Morisot fue su modelo en decenas de ocasiones y nació entre ellos dos una longeva y fructífera amistad. No solo eso, sino que la pintora se enamoraría del hermano de su amigo, Eugène Manet, con quien se casaría y tendría una hija, Julie.
Debido al estallido de la guerra franco-prusiana, Morisot y su familia pasaron casi dos años viviendo con su hermana. Fue durante este período que asentó sus bases técnicas y temáticas. Empezó a desarrollar una especie de nueva «taquigrafía visual» de pinceladas cortas y rápidas para pintar lo que tenía delante, fueran objetos o personas. Plasmó el movimiento y la caída de la luz trazando rayas discontinuas con la superficie del pincel, rápidas líneas con la punta del mismo y rayando la pintura con el mango. Ninguno de sus colegas impresionistas había trabajado de una manera tan experimental.
Berthe Morisot pintaba lo que veía. Le gustaba pintar al aire libre, pero debido a su condición de mujer burguesa su margen estaba muy limitado pudiendo solo pintar en el hogar o en parques durante el día. Incluso estaba vetada de las reuniones en el café Guerbois. Aún así, ella entendía el impresionismo mejor que nadie. Al no tener permitida la entrada en las escuelas, su pintura nunca estuvo impregnada del academicismo del que se intentaban deshacer sus colegas. Su estilo era muchísimo más propio y auténtico que el de cualquier otro pintor. Su familia fue su modelo predilecto, en especial su marido y su hija, por ejemplo en La lectura o Eugène Manet y su hija en el jardín de Bougival.
Trabajó toda su vida, participó en todas las exposiciones impresionistas menos en una (y fue porque acababa de nacer Julie), llevó el impresionismo a los Estados Unidos en la American Art Association y llegó a vender más cuadros que Monet, Sisley o Pisarro, logrando exponer individualmente. Desgraciadamente, el sistema patriarcal no quería que una mujer recibiera el reconocimiento que merecía y se quedó relegada a «artista femenina» por su temática hogareña al igual que tantas compañeras como Mary Cassat o Eva Gonzalès. A día de hoy, esta genia apodada La gran dama de la pintura continúa ignorada por la mayoría de historiadores del arte.