Edouard Manet
Francia, 1832–1883
Hay excelentes artistas en la historia del arte, y después están los que sin ellos no existiría el arte tal y como lo conocemos. Edouard Manet se incluye en esta segunda categoría.
No fue en realidad un impresionista, aunque sin el no habría impresionismo, movimiento que copió su novedosa técnica y sus inéditas temáticas.
Afortunadamente, Manet no entró en dos ocasiones en la Escuela Naval y decidió hacerse pintor. Siguiendo a los grandes maestros de la pintura, se copió prácticamente todo el Louvre, pero su rollo era realmente el BarrocoEspañol, así que viajó a este país, donde pudo ver directamente las obras de sus admirados Murillo, Zurbarán y sobre todo, el grande entre los grandes, Diego Velazquez.
En principio Manet era una especie de neo-tenebrista españolizado, pero en un momento dado (y quizás inspirado por su amigo Baudelaire) descubrió la luz, y su efecto vida urbana moderna. Empieza a desarrollar entonces una atrevida técnica ligera y brillante, que dejó a toda la juventud con la boca abierta y provocó el rechazo de los viejos trilobites. Entre la juventud estaba, por supuesto, toda la tropa impresionista, que encumbró a Manet como líder y gurú.
Pero Manet no quiso saber nada de movimiento alguno. Era libre y así siguió hasta sus últimos días, abriendo puertas que llevarían a la pintura moderna. Bien conocido era por su carácter rebelde, controvertido e irascible. Que se lo digan al crítico Edmond Duranty, que a pesar de ser su amigo, fue desafiado por el pintor a un duelo por hacer comentarios negativos sobre su obra.