El pífano
Manet imita a su ídolo.
En 1865 Manet hizo un viaje a España y se pasó por el Museo de Prado. No volvió a ser el mismo. Su vida, obra e ideas sobre qué era la pintura cambiaron radicalmente.
Había descubierto a Velázquez (también a Goya, pero centrémonos ahora en el pintor barroco).
El pífano —este chaval tocando la flauta— está claramente inspirado en Pablo de Valladolid, que dejó boquiabierto a Manet en el Prado. Para el impresionista supuso toda una epifanía ver esta pintura, y nada más llegar a París se puso manos a la obra para intentar actualizarla y adaptarla a su época dos siglos después.
Pero tan revolucionario era este concepto, que incluso estando inspirada un clásico de doscientos y pico años atrás, la pintura fue rechazada por el jurado del Salón de París de 1866. ¡Seguía siendo demasiado moderna!.
Como en el cuadro de su ídolo, Manet prescinde de un fondo. No hay ni una referencia espacial (por no haber, no hay ni separación entre suelo y pared). También con la obra de Velázquez en mente, el francés reduce su paleta y así la pintura se convierte mágicamente en aire que rodea a esta figura.
Y cosas como esa chaqueta completamente negra del chico (un negro plano, sin volumen ni gradación) supusieron un escándalo para el arte oficial en ese París burgués.
Por supuesto, no sería el único escándalo que causó este pintor, el padre del impresionismo.