El Café-Concierto
Los bares fueron viveros para la cultura moderna.
Manet era de bar. Era de ver pasar la vida en muchos de los establecimientos parisinos que sirvieron de escenario a los grandes avances sociales, artísticos y culturales de al menos los últimos 300 años.
Se sentaba en lugares como la Brasserie Reichshoffen (la que veis en la imagen) y observaba para representar después (en su estudio) al heterogéneo grupo humano que por ahí pasaba: hombres y mujeres, artistas y banqueros, ricos y pobres, grandes y pequeños.
Todos querían formar parte de la nueva vida parisina, no se querían perder ni un segundo, conscientes del irrepetible momento histórico que estaban viviendo. Manet entre ellos estaba juntando material para lo que denominó des oeuvres sinceres
(«obras sinceras»).
En este Café-Concierto vemos a tres figuras centrales tomándose unos cacharros. Hasta la camarera se toma una jarra de cerveza en un instante que tiene libre. La otra mujer fuma un cigarrillo y su pareja (?) está viendo la actuación que podemos ver nosotros también por el reflejo en el espejo del fondo.
Manet se marca una de sus composiciones loquísimas para la época. Por algo era el padre del impresionismo. Ni siquiera define a sus personajes, sino que los crea a base de trazos sueltos, aunque quizás así capte mejor la ardiente atmósfera del local.