Un bar del Folies-Bergère
Un bar impresionista.
Esta fue la última obra de Manet y para muchos fue su mejor trabajo. No es para menos. En él Manet plasmó todos los motivos que trabajó durante su carrera: la vida parisina moderna, un par de bodegones en primera fila, una mujer marginal como protagonista. Todo esto ambientado en un café como el que solía frecuentar con los demás impresionistas.
Todo lo que hay en el cuadro es un reflejo menos la barra y la camarera de mirada fija. En el espejo vemos que está conversando con un señor gracias a un engaño óptico que creó el pintor, pues el reflejo está torcido. Ella parece triste e ida en sus pensamientos, en el reflejo se incllina hacia delante para hablar con el señor. Con ese espejo nuestro artista ha creado un punto de vista novedoso pues nuestra atención está en ella, mas en el cristal se desarrollan dos escenas: la masa de gente a la izquierda haciendo vida social ignorando a la bailarina del techo (en la esquina se le ven las piernas) y una conversación a la derecha.
Fíjate bien en las botellas de champán y cerveza delante de ella. Están en la parte de atrás de la barra, pero en el espejo han pasado a la de delante. Manet gasta muchas bromas como esta, haciéndonos comprender que de lo que se trata en este cuadro es de mirar.
Ella es la camarera, pero su collar es la marca de que también es prostituta como el de Olympia. Al dibujarla hablando con un burgués cualquiera, Manet ha vuelto a poner en evidencia la doble moral de la sociedad, una doble moral que ha perdurado hasta la actualidad.