Georges Méliès
Francia, 1861–1938
Uno de los pioneros del cine fue Georges Méliès. Dibujante, pintor, ilusionista, director de teatro, escenógrafo, humorista, actor, técnico… Hasta que descubrió el cinematógrafo de los Lumiére y ayudó a desarrollar narrativamente ese nuevo arte, el séptimo, que todavía estaba en pañales. Realizó más de 500 películas en las que innovó e inspiró directa o indirectamente a futuros cineastas hasta hoy.
Georges Méliès iba para artista, pero tuvo que dedicarse al negocio familiar de calzado (del que aprendió también algunos truquillos) aunque por las noches se iba al teatro y otros espectáculos de variedades, su verdadera pasión.
Con el tiempo, tuvo que dejar eso del calzado y dedicarse a su vocación, combinando sus labores de director del teatro con las de reportero y dibujante en el periódico satírico La Griffe. Desarrolla en esa época todo tipo de decorados, trucos y artilugios que utilizaría después en sus películas.
Un día pagó un franco de entrada para ver la nueva maravilla de la técnica: una fotografía que se movía ante el público. Al momento su mundo dio un vuelco y encontró infinitas posibilidades narrativas y artísticas para esa nueva máquina. Un artista con una nueva herramienta a su alcance
Empezó a realizar sus propias producciones ejerciendo él mismo de director, escritor, productor, escenógrafo… en definitiva, de estrella. Hasta creó el primer estudio de la historia del cine con paredes de cristal para iluminar y que el mal clima no paralizara los rodajes.
Con el tiempo, Méliès comenzó a introducir efectos especiales nunca vistos: desapariciones, transformaciones, decapitaciones, multiplicaciones, cámaras rápidas, doble exposición, pantalla dividida. Jugó con el montaje, la pirotecnia, efectos ópticos y de perspectiva… Centenares de películas en las que fue explorando, inventando y creando nuevos y excitantes recursos cinematográficos que todavía se usan hoy en día.
En definitiva, Méliès fue un mago, y con su magia puso los pilares de lo que después se convertiría en la industria cinematográfica a principios del siglo XX.
Sin embargo, con el tiempo Méliès caería en el olvido (sólo los surrealistas reconocieron su deuda impagable) y fallecería en la más absoluta miseria. Aunque desde 1946, el premio Méliès otorga anualmente el reconocimiento a la mejor película francesa.