Horace Pippin
Estados Unidos, 1888–1946
El pintor autodidacta Horace Pippin fue uno de los artistas afroamericanos más destacados del siglo XX. Con su estilo primitivista, único y casi mágico, supo captar a la perfección su imagen la vida estadounidense desde un punto de vista alejado de toda pedantería y prepotencia.
En 1917, cuando Pippin tenía 29 años, se alistó en el ejército y combatió en la Primera Guerra Mundial con la compañía K (una unidad predominantemente negra), pero después de sufrir una herida en su hombro derecho por un francotirador alemán, regresó a su ciudad natal en West Chester (Pensilvania). El artista no sabía qué hacer de su vida y para rehabilitar un poco su brazo herido comenzó a decorar cajas de cigarros con carbón vegetal. Le encantó: descubrió el arte de manera totalmente autodidacta (aunque de niño había ganado su primer set de lápices y una caja de acuarelas).
Entusiasmado, Pippin pasó de las cajas de puros a lienzos más grandes que captaron la atención del público por su deliciosa ingenuidad casi infantil (y ya sabemos lo difícil que puede ser pintar como un niño). Una especie de Rousseau mezclado con el estilo de Grandma Moses que realizaba coloridas escenas históricas, religiosas y de la vida cotidiana de su país y de su raza.
En los años 30 se ganó bastante fama con su pintura, tanto en su país como internacionalmente. En 1947, el crítico Alain Locke describió Pippin como un verdadero genio, raro, que combina calidad y madurez artística de manera tan singular que casi pone en duda la clasificación.