Jacques Majorelle
Francia, 1886–1962
Si existió un pincel brillante en el protectorado francés en Marruecos, ese fue el de monsieur Majorelle.
Con 31 años fue seleccionado por el gobierno francés —entre otros artistas— para acometer una misión propagandística de primer orden en Marrakech: ensalzar la herencia cultural/artística beréber del reino de Marruecos, obviando arabismos e influencias morisco-españolas del pasado… —paradojas de nuevos colonizadores— y con patriótico fervor Jacques hizo de tal exigencia virtud.
El joven pintor que ya había hecho su «grand tour» por Europa, fue en la «ciudad roja» donde, sthendalizado perdido por todo, se autoexiliaría durante más de cuatro décadas.
Convertido en una «rata de medina medieval» Majorelle retrató la agitación cotidiana de los mercados y los oficios callejeros propios del Maghreb, aunque será en las alturas del Atlas, donde entre sobrias y estilizadas kasbahs de adobe, el artista genere —con una observancia más de arquitecto que de pintor— sus obras más reconocibles.
Durante su cuarentena retrata desnudos de jóvenes subsaharianas en posturas negligentes, laborales, amorosas o contorsionistas, que comparten su bellísima negrura con textiles amazigh o con las plantas maduras de su jardín. También viaja al África occidental: Sudán francés (actual Mali) Guinea, Senegal y Costa de Marfil, donde recoge multitudes en estilismos cuasifluorescentes.
El de Majorelle es un orientalismo africano, tardío, humilde y antropológico, de gran formato y de figurativismo promiscuo: unas veces de academia y otras de manchurrones post-impresionistas. En técnica y soporte todo es posible, mezclando fraternalmente hasta tres técnicas en una misma obra sobre cualquier soporte más o menos rígido. Frecuentemente utilizaría polvos metálicos de oro y plata para destacar cuerpos y superficies.
Respetado y cotizado en vida, la mayoría de su obra (1055 trabajos) se halla en colecciones privadas, con escasísima presencia museística. Después de su muerte su recuerdo se diluyó, hasta que en los 80’s la pareja Saint Laurent-Bergé (coleccionistas del artista) adquieren su propiedad marrakeshí, azuzando mercantilmente su obra y su memoria.