Mariano Fortuny
España, 1838–1874
Mariano Fortuny y Marsal fue uno de esos grandes pintores que nos regaló el fecundo y variado siglo XIX. De gusto orientalista sigue la estela de artistas e intelectuales que en este siglo se sintieron interesados por los países de oriente o los países orientalizados, los viajes a Egipto, Marruecos o Siria cautivaron a la burguesía intelectual, lo oriental se puso de moda.
Ingres, Delacroix, Baudelaire y también Fortuny fueron seducidos por las odaliscas, la luz, las costumbres y el paisaje de la cultura árabe, y por supuesto también por sustancias como el hachís y el opio que alimentaban el alma de la intelectualidad.
Fortuny logra que la Diputación de Barcelona lo envíe como cronista a Marruecos, allí estará en el regimiento del general Prim durante la Primera Guerra de Marruecos. Su fascinación por el país y la gente le llevó a realizar además de varios cuadros (La Batalla de wad-ras, La Odalisca…) un segundo viaje para terminar de captar la luz. Ya inmerso en su cultura aprende árabe y se viste con chilaba, ahora sus cuadros también hablan árabe, la luz del Magreb lo inunda todo, da igual que utilice óleo, acuarela o grabado… su técnica es siempre extraordinaria, a la vez detallista y minuciosa (su primer trabajo fue en el taller de un orfebre), y al mismo tiempo de pincelada libre y suelta. En este segundo viaje hará Batalla de Tetuán y Marroquí.
Fortuny morirá de éxito, metafóricamente hablando, claro. En realidad fue una hemorragia estomacal la que le arrebató la vida en Roma, sólo tenía 36 años, pero el éxito y su contrato en exclusiva con el marchante Adolphe Goupil le robaron la libertad artística y cayó en una depresión. A pesar de su corta vida nos dejó obras excepcionales que lo sitúan como uno de los mejores pintores españoles de talla internacional, sus estancias en Roma o París y su relación con los grandes pintores de la época así lo atestiguan.