Viejo desnudo al sol
Como a su ídolo Ribera, a Fortuny le gustaba pintar ancianos.
Recordemos que en 1871, año en el que se pintó esta obra, todavía no existía —al menos no oficialmente— el impresionismo. El pintor catalán Mariano Fortuny expuso este cuadro en París unos años después y fue aplaudido por todo el mundo por su innovación.
Fortuny mezcla el naturalismo realista en el que de alguna manera “militaba”, la pincelada impresionista que los más vanguardistas estaban haciendo en París (la vemos más en algunas partes del lienzo que en otras) y el barroco del que había mamado desde que era un aspirante a Ribera.
La obra es en realidad un experimento, un estudio de anatomía y claroscuros sin ambiciones de convertirse en obra maestra. Sin embargo, y probablemente por esa falta de ínfulas, la obra es hoy una de las estrellas del Prado.
Fortuny trabaja más algunas zonas que otras, algo muy típico de él. Es evidente que el acabado es mayor en la cabeza y el rostro de este viejo. El torso, por el contrario, está construido con grandes manchas y pinceladas sueltas, e incluso en algún lugar, volúmenes de pintura pastosa.
El pintor también experimenta con la luz, o más bien cómo actúa este sobre las figuras. La luz incide fuertemente en zonas del cuerpo de este anciano, y deja otras en sombra. Este gran contraste de claros y oscuros no es un invento suyo, ni de ningún impresionista, lógicamente. En el barroco hay múltiples ejemplos del uso del claroscuro, y por supuesto Fortuny tenía siempre a un artista en mente: José de Ribera.
Ribera utilizaba a menudo a ancianos como modelos, y a veces dejaba sus torsos bastante poco trabajados. Fortuny toma buena nota del pintor barroco y probablemente le hace un homenaje a su ídolo.
Y cosas de la vida, ahora la obra de ambos artistas están juntos en el museo del Prado.