Carmen Bastián

En la mayoría de las ocasiones desconocemos la vida de las modelos en el arte, su anonimato sirve para encarnar personajes de escenas históricas, mitológicas, costumbristas o sencillamente como estudio anatómico. Pasa lo mismo en el caso de ellos, los modelos, pero el arte está plagado de mujeres, símbolo de la belleza, y anhelo y consecuencia del arte. Además el caso que nos ocupa es el de una mujer, Carmen Bastián o Carmencita ya que no contaba con más de 16 años. Su historia, quizás debido a la tragedia, no quedó oculta en el anonimato.

Esta joven gitana posó para Mariano Fortuny, pintor de proyección internacional y lo hizo no desnuda sino con las faldas remangadas mostrando su sexo. Audaz desnudo que elude cualquier excusa, de hecho el centro del cuadro y foco visual es el pubis triangular y peludo de Carmen. La tradición indicaba que el desnudo se debía excusar con la representación de una Venus, como hicieron Tiziano y Velázquez, o en todo caso formar parte de una escena íntima, robada casi por una mirilla como en el harem de las Odaliscas de Ingres.

A estas alturas a Fortuny ya no le interesa el academicismo y la temática es todo lo libre que él quiere, no sin riesgos claro, ya que tan sólo diez años antes Manet había escandalizado enormemente con su Olimpia que, como podemos ver, a pesar de su condición de prostituta, tiene el decoro de mostrarnos todo, pero tapar con elegancia el sexo con la mano. En el caso de Carmen no hay ni un amago de pudor, no es un desnudo robado es natural y descarado.

Los rumores decían que entre pintor y modelo había un lío amoroso. Desde luego no consta, lo que si sabemos es que Carmen se trasladará a Madrid y será modelo de un acuarelista inglés, aquí empieza su tragedia, cuando un hermano de Carmen irrumpe en escena para llevársela de nuevo a Granada propinándole una gran paliza, el pintor la abandona y ella se suicida. Triste colofón para una gitana seducida por el glamour de la burguesía y el ansia y esperanzas de libertad.