Bohemia bailando en un jardín de Granada
Castañuelas, colores vibrantes y una vasija con historia.
Al contrario de Van Gogh, que sus obras no fueron vendidas en vida, el trabajo del artista Mariano Fortuny fue reconocido y valorado en vida. Su aprendizaje le llevó de su Reus natal a Barcelona. En la ciudad condal, Mariano Fortuny estudia Bellas Artes y empieza una carrera artística imparable como pintor y grabador.
Bohemia bailando en un jardín de Granada, clasificada dentro de la corriente del Realismo, es un lienzo que representa una escena de folklore andaluz protagonizada por tres personajes. La acción transcurre en el jardín del hogar de Fortuny en Granada en el que una joven gitana, con el movimiento sutil de los ropajes y la cabellera, baila al son de sus castañuelas. Sobre su ropaje regional, realza una mantilla de un rojo vibrante que capta al espectador con intensidad.
Detrás de la bailadora encontramos una pared encalada de blanco en la que destaca su figura esbelta que el pincel de Fortuny crea con una precisión magistral. Las macetas con las flores y la verde vegetación situadas equilibradamente en la composición suponen una inminente llegada del verano. El movimiento de la falda y la posición elevada de los brazos indican que su baile es alegre y desenfadado. La exquisita composición de la obra juega con las perspectivas, trazadas en diagonales y colores vibrantes.
La figura femenina que aparece en segundo plano sentada en un banco, muestra su rostro de perfil. Viste ricamente con una falda de pinceladas azules brillantes y blusa amarilla. La mujer está pintada con trazos firmes y definidos. La figura de su acompañante masculino, al que viste con pantalones goyescos (Fortuny admiraba el arte de Goya e influido realizó algunos cuadros de esa época), está difuminado de cintura arriba al igual que la vegetación.
Entre la figura de la danzarina y el de la pareja, observamos una vasija circular que iconográficamente toma relevancia en la estructura de la obra. Por su forma circular de suave contorno aumenta la sensación de una atmósfera de cercanía, empatía y unión. Está situada de modo estratégico, en medio de la composición, para dale una mayor importancia. Mariano Fortuny compró esta vasija, datada en s. XIV, en el barrio del Albaicín (actualmente en el Museo Ermitage de San Petersburgo). Con probabilidad le recordaba el oficio de su abuelo. La profesión de artesano de su abuelo influyó tempranamente en el joven Fortuny, ya que le enseñó a manejar el arte del modelaje además de inculcarle una curiosidad por las artes plásticas y decorativas.