José del Carmen Hernández
Colombia, 1948–2017
La historia de este artista colombiano es la de un hombre humilde de origen campesino, nacido en un país con un conflicto violento, difícil y aún por resolver. Su formación artística y académica con una trayectoria prolífica, lo llevó a expresarse en casi todos los lenguajes plásticos y con diversas técnicas, desde la pintura, la escultura o el mural hasta la instalación y el performance.
La mayor parte de su obra está relacionada estrechamente con el vínculo que tuvo el artista con la dura realidad de su país, su propia historia personal marcada por el conflicto colombiano y la esperanza como motor y fuente de expresión.
El arte de José del Carmen está centrado en el valor de los sentimientos humanos, la expresión de los mismos y la dignificación del arte a través de ellos. Es decir, fue un artista que no entendía el arte sin su relación directa con la vida y la realidad de la existencia.
Un artista valiente, que desde muy joven decidió emprender su carrera artística pese a las dificultades económicas de su entorno y que mantuvo su empeño creativo por más de cuatro décadas.
En su obra se palpa la realidad de una sociedad errante, abandonada y hostil. El drama de los campesinos desplazados, de las madre coraje, del abuso capitalista y hegemónico, de la marginalidad.
Artista de vocación urgente, estudió en la Escuela de Bellas Artes y Literatura La Esmeralda de México pero aprovechó su estadía para pasar la mayor parte del tiempo estudiando a los muralistas: Rivera, Siqueiros, Tamayo y Orozco. De ellos tomó con fascinación la pasión por hacer del arte un instrumento de denuncia social, de clamor y contenido humano.
Desarrolla una técnica mixta, aprende cerámica y collage que aplicará en su obra con una cierta fascinación por la materia y la plasticidad de las formas, aunque su obra pictórica será fundamentalmente al óleo.
Durante su extensa trayectoria indaga y practica diferentes estilos como la abstracción, el expresionismo o el cubismo para finalmente encontrar su propio lenguaje que supo transmitir con precisión tanto en la pintura, la escultura y el mural. Un lenguaje, que tiende a ser abstracto, con el manejo de grandes manchas de color con las que prescinde totalmente del detalle pero con el que sin embargo, no puede ocultar un contenido claro o por lo menos perceptible de una proyección de la realidad.
Los elementos miméticos se infiltran en las concepciones formales del artista. Formas por lo general de rasgos antropológicos cargadas de plasticismo y expresividad.
A su regreso a Colombia, vuelve convencido de que al arte tenía la función de hablarle a la gente, a toda la gente. El artista sentía una necesidad, siempre pulsante, de conectar al pueblo con el arte. Así, empieza a elaborar murales con la idea de instalarlos en las plazas, los parques o simplemente en cualquier lugar público de la ciudad.
Recorre América Latina, México, Italia, Yugoslavia y Estados Unidos donde realiza y muestra su obra. En España asiste a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid para estudiar la técnica del fresco y se inspira nuevamente del papel cuestionador del arte a través de obras como el Guernica de Picasso.
En los años noventa es seleccionado como representante de Colombia en la Novena Bienal de Valparaíso en Chile donde se consagra como artista en el panorama internacional. A partir de este momento, José del C. Hernández dedica todo su tiempo a crear, en su taller, donde pasa el resto de su vida pintando y esculpiendo.
Su obra impacta por su apasionada belleza, algunas veces triste y melancólica, otras sensual y cadente en sus temáticas musicales y festivas.
Absolutamente seguro del poder salvador del arte, antes de morir declaraba convencido: Hoy, a mis 67 años, me considero un trotamundo, un nómada feliz de haber hecho lo que me place y, seguramente, el rastro de mi obra pueda servir como escalón para motivar a otros a sentir placer por la vida y disfrutarla como una única oportunidad.