Rufino Tamayo
México, 1899–1991
Mi sentimiento es mexicano, mi color es mexicano, mis formas son mexicanas, pero mi concepto es una mezcla (…) Ser mexicano, nutrirme en la tradición de mi tierra, pero al mismo tiempo recibir del mundo y dar al mundo cuanto pueda: este es mi credo de mexicano internacional.
Rufino Tamayo
Sucede con frecuencia en el espectro de artistas latinoamericanos que, cuando se sienten identificados con sus raíces, se les clasifica como indigenistas: una especie de etiqueta que implica —casi necesariamente— un compromiso político que pretende abogar por las voces acalladas de los pueblos originarios. Casos hay varios, como el de Oswaldo Guayasamín, por ejemplo —aquel gran cubista quechua que se identificaba abiertamente como tal—, pero esto no quiere decir que una cercanía a las culturas madre implique una propuesta plástica indigenista en sí misma. Este es el caso de Rufino Tamayo.
Nacido en Oaxaca, en 1899, es considerado de los primeros pintores modernistas mexicanos. Sin embargo, la exploración plástica de Tamayo extralimita los patrones convencionales de los artistas modernos: en su propuesta hay una búsqueda muy primigenia de la creación del color. Basándose el bagaje cultural de las culturas indígenas del suroeste del país, reinterpreta los métodos modernos de empaste y teoría del color a partir de las usanzas de los pueblos antiguos. El artista busca acercar a la época contemporánea las problemáticas y la cosmovisión de estas culturas, por lo que sus temáticas giran en torno al ser humano que experimenta su relación con la naturaleza, siempre con una relación cercana al uso de la iconografía prehispánica.
Entonces, resulta casi natural que haya asimilado muy bien corrientes como el cubismo, que intentan deconstruir el plano y la tridimensionalidad de la figura: en el arte precolombino se tiende por las figuras rígidas, que Tamayo retoma en términos de las propuestas vanguardistas de las primeras décadas del siglo pasado. Es por esto que en su obra son evidentes el predominio de la textura como un elemento aditivo al color, en tanto que escoge generalmente gamas llamativas, que mezcla con superficies rugosas que exploran una faceta alternativa del lienzo.
A pesar de esto, la propuesta de Tamayo no es fundamentalmente indígena: por el contrario, se proclamaba a sí mismo como un mexicano internacional, que si bien no negaba —y estaba orgulloso— sus orígenes oaxaqueños, no necesariamente pretendía hacer una declaración con algún tipo de carga política. En sus personajes está el dinamismo contenido de los cuerpos atrapados in medias res: es como si les hubiese descubierto en medio de la acción que estaban llevando a cabo, y permitiesen que el espectador admire la comosición de su acontecer plástico. Tamayo es color, es perspectiva: Tamayo es lienzo, y la multiplicidad de posibilidades que el pincel ofrece.