Kitagawa Utamaro
Japón, 1753–1806
Podemos situar a Kitagawa Utamaro entre los artistas japoneses que Occidente pronto elevaría a figuras totémicas: Hokusai, Hiroshige, el propio Utamaro y unos cuantos más cultivadores del denominado ukiyo-e se revelan a finales del siglo XIX y principios del XX como
adalides involuntarios de la modernidad en un Viejo Mundo somnoliento que se sacude furiosamente los preceptos de la academia. Es cierto que el romanticismo ya había preparado el terreno, pero con la irrupción de las xilografías del lejano Japón ya nada volvería a ser igual.
Con una multitud de referencias contradictorias sobre su vida, lo único cierto que podemos decir sobre los avatares vitales de Utamaro es que probablemente la noción de descanso le resultara desconocida. Es tentador (y fácil) elucubrar sobre una existencia en compañía de tahúres, prostitutas, actores y canallas de toda clase y condición, sobre todo viviendo en el seno del Yoshiwara, el barrio de placer del antiguo Edo. Sea esto verdad o no, lo cierto es que es muy probable que Utamaro no fuera ajeno a las delicias rápidas y fáciles del mundo flotante. Aunque exploró una amplia variedad temática, pasando por los álbumes xilográficos de insectos (estampas con las que alcanzaría gran notoriedad) o el grabado erótico shunga (traducido literalmente: imágenes de primavera), el culmen de su labor creativa se halla en la elaboración de lo que en la época se conocía como bijin-e. Aunque por el grueso de la producción este término se podría traducir directamente como imágenes de mujeres bonitas, hay que aclarar que en la época se aplicaba también a las representaciones masculinas, menos frecuentes. Este hecho posiblemente pudo conducir al empleo actual del término bijin-ga, más específico y que hace referencia en exclusiva a la representación de mujeres hermosas.
Hay quien dice que con el retrato idealizado de las beldades de la época Utamaro pretendía redimirse de su propia fealdad. Probablemente esta afirmación forme parte de la mitología que rodea a Kitagawa, pero lo cierto es que el período Edo tardío se asemejaba mucho a lo que hoy en día podríamos llamar la cultura de lo pop. El contemporáneo de Utamaro pudo conocer un estilo de vida relativamente relajado caracterizado por la estabilidad económica y un período prolongado de paz desde el último arrebato de furia a gran escala por parte de los daimio o señores feudales. Aunque subyugados por una robusta dictadura militar hereditaria, los japoneses de aquel tiempo no tuvieron impedimentos a la hora de conocer una existencia hedonista en la que el teatro en sus diversas formas y la cultura del entretenimiento ocupaban un lugar destacado en la vida cotidiana. Dicho esto, fenómenos como el ukiyo-e y en concreto el bijin-e se antojan casi como una simple consecuencia (hola, Warhol).
Aunque no conocemos su lugar exacto de nacimiento, sabemos con total seguridad que Utamaro se formó en Edo con Toriyama Seiken, artista de la aristocrática escuela Kano que más tarde se abandonaría también al ukiyo-e. En sus primeras décadas de carrera, Utamaro realizó la cubierta de libros de kabuki, retratos de actores y samuráis legendarios e ilustró programas de teatro. Alrededor de los años 1780 comenzó sus primeros diseños y composiciones dedicados a la mujer, hasta convertirse estas exploraciones en el grueso de su producción en la década siguiente. Actrices, prostitutas y toda clase de mujeres del barrio Yoshiwara poblarían su mundo hasta un desafortunado incidente ocurrido en 1804. Ese incidente llevaría por nombre Hideyoshi y sus 5 concubinas. Se trataba de una estampa que – adivinad- representaba a la esposa y concubinas del antiguo daimio Toyotomi Hideyoshi. Con esta creación Utamaro consiguió ofender a todo el mundo. Considerada como un insulto a la dignidad de Hideyoshi y como un acto de sedición por el shogunato Tokugawa (la dinastía que gobernaba Japón por aquel entonces, rival del clan Toyotomi desde tiempo atrás), por esta xilografía las autoridades condenaron a Utamaro a cincuenta días de prisión, durante los cuales debería permanecer continuamente esposado. Casi todas las referencias sobre su vida coinciden en que este hecho lo destruiría emocionalmente y pondría fin a su carrera artística.
Utamaro murió en el mundo flotante de Edo en 1806.