Utagawa Kuniyoshi
Japón, 1798–1861
De los últimos años de la etapa Edo en Japón destaca el artista Utagawa Kuniyoshi que como todos los maestros del Ukiyo-e revolucionó, no solo el arte japonés, sino todo el arte mundial cuando sus fresquísimas propuestas llegaron a los ojos de los artistas franceses a mediados del siglo XIX con motivo de las exposiciones universales. El grabado japonés de maestros como Kuniyoshi pueden considerarse el germen del arte moderno.
Kuniyoshi era hijo de un tintorero de seda. Ayudó a su padre en el negocio y como es lógico esto debió de influir en sus diseños textiles y en el uso del color en sus impresiones. Con doce años ya era una atracción por lo bien que dibujaba y entró de aprendiz en el taller de Utagawa Toyokuni.
Cuando se independiza empieza a crear parodias, y dibujos de guerreros y actores, como era la moda. También mujeres bijinga (las pin-ups de la época). Pero también descubre la importancia de los efectos de luz y sombra del arte occidental, que imitó a la manera oriental. Por supuesto, su estilo se basaba en los patrones textiles.
Otra novedad que influenciaría a otros artistas Edo era mostrar a la gente con tatuajes. Y también es típico de Kuniyoshi incorporar dentro de las escenas sueños, apariciones de fantasmas, presagios y otras escenas sobrenaturales que le dan a su arte un aire original y sorprendente, aún visto con nuestros ojos, dos siglos después.
En 1856, Kuniyoshi sufrió una parálisis que le impedía mover sus brazos con facilidad. Sus trabajos, lógicamente, perdieron vitalidad y moriría cinco años después con un nombre ya consolidado y numerosos pupilos, los últimos artistas de ese periodo apasionante de la xilografía japonesa.