Léon Spillaert
Bélgica, 1881–1946
Nacido en Ostende, Bélgica, una ciudad portuaria que le caracterizo en estilo, sus largas caminatas nocturnas a las orillas de la playa sirvieron de inspiración para las crudas y solitarias temáticas de sus obras, además fueron un alivio para el insomnio que sufría a causa de una ulcera estomacal que le acarreó durante toda su vida.
Desde temprana edad Léon Spilliaert mostró deseo de dedicarse a la pintura y al dibujo, por lo que, decidido de hacer florecer su talento, a los 18 años viajó a Brujas, otra ciudad de Bélgica e ingresó a la academia de artes allí.
Sus inspiraciones se encontraban más allá de los paisajes tenebrosos que ofrecía su ciudad natal al caer la noche. Ya ubicado en Bruselas, capital de dicho país, comenzó a los 21 años a trabajar como ilustrador de las obras del escritor Edgar Allan Poe, sumergido en el imaginario tenebroso de sus relatos, convergieron perfecto sus labores, Poe proporcionó el arte de la palabra escrita y Spilliaert lo acompaño con su especial visión del mundo.
Pintor de almas, los cuerpos para él solo eran una barrera que atravesar; una coraza que debía ser desquebrajada para revelar el verdadero concepto del ser; las emociones de sus personajes son casi palpables, quedan entonces en evidencia al ojo humano los sentidos más puros.
Lo fantasmagórico de sus autorretratos, sus paisajes capaces de emanar el frio de aquellas calles infinitas y por supuesto, las expresiones contundentes son plasmadas en su privado y oscuro universo, y es que, pese a que su obra comparte similitudes con pintores como Odilon Redon, James Ensor o incluso a Edvard Munch y Edward Hopper de trazos sencillos y representaciones de la soledad, su estilo propio hace resalte entre los demás y lo coloca como un pintor merecedor de renombre.