Wilhelm von Gloeden
Alemania, 1856–1931
Con veintidós añitos el aristócrata Wilhelm von Gloeden llega a Sicilia buscando sanar su tuberculosis en el Mediterráneo; se instalará en Taormina, un pueblo costero que literariamente ya conocía gracias a Viaje a Italia de Göethe. Allí, en aquella isla de luz nuclear rodeada por tres mares, poblada por cabras y restos arqueológicos grecorromanos será donde el joven invente su Arcadia artificial y claudique por el resto de sus días.
Inicialmente dedicado a la pintura, rápidamente descubre que la fotografía es la técnica ideal para plasmar el entorno casi mitológico que lo rodea. Además de interesarse por paisajes y ruinas, fotografiará a modo costumbrista a los mendigos, pescadores y bailarines folclóricos del lugar, hasta que de de repente —como si paseando estuviese por la Malvarrosa de su contemporáneo Sorolla— sufre una epifanía al advertir la desinhibición ante su cámara de los niños que se bañan y juegan desnudos en la playa. ¿Por qué no combinar —pensó Guillermo— mis dos máximas pasiones: la cultura grecolatina y el cuerpo masculino?
Así, revestidas de un respetable barniz de desnudo clasicista, el fotógrafo creará unas recatadas imágenes de adolescentes en posturas muy afectadas con flautas, vasijas, guirnaldas de flores y estratégicos paños «cubregenitales»; estampas que masivamente adquirieron con afán utilitario pintores y escultores contemporáneos. Paralelamente a estas imágenes para todos los públicos, Wilhelm sublimaría sus homofantasías a través de otras imágenes donde los paños de pureza caerían descubriendo otros puntos focales.
El Barón Wilhelm Von Gloeden impuso —en términos mediáticos y turísticos— entre las élites europeas su querida Taormina como el destino más alternativo del Grand Tour. A su vez, los locales le toleraban (por su generosidad económica hacia sus hijos) sus célebres fiestas nocturnas en las que el hedonismo de aristócratas, intelectuales y artistas europeos permeaba quizá peligrosamente, la inocencia bella y rústica de aquellos otros demasiado jóvenes invitados.
La obra del barón (así lo llamaban) fue olvidada por un mundo en estado bélico y rescatada posteriormente por la literatura del francés Roger Peyrefitte con Los amores singulares. Las postales de sus efebos sicilianos todavía hoy se pueden encontrar en Taormina que, como ya habrás supuesto, es «El más hermoso lugar de la tierra» [1].