Desnudo recortado
Se venden sonrisas prefabricadas.
Otra moderna odalisca de Wesselmann, desnuda y sonriente. A medio hacer. Ni siquiera le pone ojos a la cara de esa mujer que es en realidad una abstracción, un producto más del mercado.
Wasselmann sólo deja lo básico: los labios, la sonrisa, los pezones y el moreno obrero. Y esas curvas que casi escapan de lo figurativo… Con eso ya presenta el producto, sintetizado, como si fuera un anuncio publicitario de una gasolinera, una de sus grandes inspiraciones junto a Matisse. Después lo envuelve en plexiglás que le da esa calidad sintética de los productos industriales y ahí está: otra Venus capitalista, otro «gran desnudo» que es apenas una silueta recortada y sinuosa. Puro lenguaje publicitario convertido en Gran Arte.
¿Machista…? Sin duda, pero al mismo tiempo es una crítica al machismo, tan sutil e irónica que sólo un artista Pop podría transmitirla.
¿Hortera…? Ya lo creo. Así retrata mejor la perversidad y la sensualidad de una sociedad de consumo cruel y que compra y vende y deshecha emociones prefabricadas.
Tom Wasselmann hizo infinitas variaciones de esta obra: rubia, morena, más o menos bronceada, en acrílico, en serigrafía, en gouache… Un catálogo de un mismo producto adaptado a todos los gustos del cliente, como si fuera un electrodoméstico más del hogar americano de los años 60.