Gota de rocío
Lo más grande está contenido en lo pequeño.
En una carta a un amigo, el joven Escher, refiriéndose a un curioso dibujo suyo de un trozo de musgo escribió las siguientes palabras:
«Deseo deleitarme con las más pequeñas de las cosas pequeñas, un trozo de musgo de 2 centímetros de diámetro sobre un pedacito de roca, y quiero intentar aquí lo que he estado deseando durante tanto tiempo, es decir, copiar estos minúsculos elementos de la nada con tanta precisión como sea posible, sólo para comprender cuán grandes son». [1]
Palabras ilustrativas de la calidad humana de este hombre, así como de su actitud ante el arte, el cual para él era, simplemente, un ejercicio por intentar comprender el mundo, aquel que cualquiera con un poco de habilidad y determinación podía intentar practicar.
Aunque, desde luego, también es necesario un cierto grado de sensibilidad capaz de mirar más allá de la imagen que inmediatamente se nos ofrece a los ojos. Pues no todo el mundo es capaz de advertir en algo tan insignificante como una gota de rocío nada menos que tres mundos o dimensiones. Así trata de mostrarlo Escher en este minucioso grabado a mediatinta donde en una sola imagen podemos contemplar a la vez la dimensión de la hoja, la de sus nervios ampliados por la curvatura de la gota y la de la habitación que en ella se refleja.
Lo más grande está contenido en lo pequeño. Certeza vivencial que fascinó al joven Escher y le incitó a crear algunos de sus mágicos mundos.