La luna
Cromatismo explosivo y exótico
Este cuadro, calificado como uno de sus mejores trabajos y también perteneciente a la fase antropofágica iniciada con Abaporu, fue comprado este año por el MoMA, un año después de la primera retrospectiva de Tarsila en Nueva York. Aquirido por unos veinte millones de dólares se convierte así en la obra vendida más cara del arte brasileño hasta ahora.
Exhibida en París como parte de su segunda exposición individual, esta obra acoge probablemente influencias de Léger, Cocteau, Magritte o Picasso que han dejado huella en esta artista durante su vida en Europa, de la que adquirió elementos que luego incorporaría a sus obras en esa antropofagia pionera y vanguardista.
El año de 1928 está considerado por muchos críticos como su momento álgido de producción en el que causa una gran admiración con esta tela, creando así una fase de cromatismo explosivo y exótico que continuaría en muchas de sus obras posteriores.
En este óleo sobre lienzo podemos ver un solitario cactus cuya figura evoca a la humana, una mezcla entre lo vegetal y lo animal, frente a una noche de luna menguante con colores saturados, formas estilizadas que nos recuerdan a Dalí y un ambiente onírico que nos transporta a un lugar en el que nos encontramos con un paisaje surrealista, una naturaleza casi abstracta. La fusión perfecta de las vanguardias europeas y la tradición brasileña.
Las capas ondulantes de azules, blancos y verdes confieren y crean ese paisaje bajo el cielo nocturno en el que ese cactus humano podría ser una representación de la propia artista, presente y observadora de ese horizonte o tal vez de nosotros.
Sin duda, esta Lúa, no exenta de ambigüedad, posee un aspecto poético y es toda una invitación a dejar volar la imaginación del espectador.