Nocturno en negro y dorado: Cohete cayendo
Precursor del arte abstracto.
Estos fuegos artificiales en el cielo nocturno de Londres son casi abstractos (adelantándose unas décadas al movimiento). Whistler apenas define nada; Sólo con unas manchas nos trasmite la esencia de una de esas noches de juerga en los Cremorne Gardens de Chelsea.
Unos tonos oscuros, unas pinceladas doradas, y el artista consigue el milagro de transportarnos a los jardines a donde iban los londinenses a divertirse por la noche a finales del siglo XIX.
Al verlo ahora nos damos cuenta de sus virtudes, pero cuando se expuso en 1877 la cosa era distinta. Nadie vio un arte adelantado a su tiempo sino un sinsentido de pintura esparcida arbitrariamente por el lienzo. Hasta el valorado crítico de arte John Ruskin (el gurú prerrafaelita) se rió públicamente del cuadro: “Nunca imaginé que un gallito pediría 200 guineas por lanzarle un bote de pintura al público…”
Pero ahí si que Whistler se calentó. Muy aficionado a demandar a la mínima, el artista decidió llevar a juicio al crítico por difamación, y al final los tribunales se convirtieron en un debate filosófico sobre el significado del arte y sobre qué es la belleza.
El abogado de Ruskin se dedicó a menospreciar las habilidades artísticas del pintor y cuando se enteró de que sólo había tardado dos días en pintar “Nocturno” le preguntó: “¿Y pide usted 200 guineas por el trabajo de dos días…?”, a lo que Whistler respondió: “No, las pido por los conocimientos adquiridos durante toda una vida de trabajo”.
El juez acabaría dándole la razón a Whistler, y Ruskin tuvo que pagar un simbólico cuarto de penique. Una mierda de indemnización que acabaría llevando a la bancarrota a Whistle, pero que a la larga limpió el buen nombre del artista.