Reflejos sobre el Támesis
Bajo la luz de la luna.
Atkinson Grimshaw fue el pintor de la luna. En la mayoría de sus cuadros —paisajes urbanos nocturnos— aparece nuestro satélite brillando en el cielo. Esto lo encasilla dentro del Romanticismo, aunque por supuesto puestos a encasillar, podemos encasillarlo en otros estilos decimonónicos como el Realismo (la influencia de la fotografía es palpable) o el Impresionismo (su colega Whistler admiraba mucho su trabajo).
Grimshaw pinta un Londres industrial, que podría ser muy tétrico, con Jack el Destripador pululando por los callejones y cientos de quinquis propios de una novela de Dickens, pero lo convierte en una ciudad amable y encantadora. La gente pasea por el barrio de Westminster y alguno se detiene para observar el fluir del río y los reflejos de la luna sobre el mismo (de ahí el título).
La luz de la luna tiene un rival en el Big Ben, el emblemático reloj del Palacio de Westminster, y toda esa línea de farolas que atraviesa el cuadro. Y es que Grimshaw está pintando una postal turística, aunque eso sí: de noche, su especialidad.
La escena a orillas del río Támesis está envuelta de un cierto misterio, propio de una luna llena. Pero se respira serenidad. Es un cuadro de un gran lirismo, perfecto para ilustrar alguna portada de un libro de poemas.