Dama de Shalott
Pobre mujer enamorada.
Aunque hay otra Dama de Shalott más popular, no podemos más que rendirnos a la belleza de la obra que nos propone John Atkinson Grimshaw alias Grimmy, artista victoriano especializado en paisajes que era ante todo un romántico de tomo y lomo.
Si algo le ponía a Grimmy eran los paisajes brumosos y nocturnos y gente muriendo de amor bajo la luz de la luna. Grimshaw admiraba a los prerrafaelitas, la literatura medieval y las leyendas románticas. Y precisamente una leyenda inspiraría este cuadro (además del poema de Alfred Tennyson, otro romántico de aupa).
Elaine de Astolat padecía una maldición: nunca podía mirar directamente hacia el Camelot, el castillo del Rey Arturo, bajo riesgo de morir. Encerrada en su torre, sólo podía tejer y mirar el castillo prohibido a través de un espejo.
Pero de pronto apareció en ese espejo sir Lancelot, el caballero más sexy de la mesa redonda y la dama de Shalott sucumbió ante ese pedazo de hombre. Con el impacto, dejó de bordar y se dio la vuelta mirando hacia Camelot. Entonces el espejo se quebró y Lady Elaine supo que la había cagado. Bajó de la torre y cogió una barca dirección a Camelot. Unas velas se van apagando mientras la pobre mujer enamorada llega a su destino, ya muerta.
Así la pinta el muy intenso Grimmy, mortecina a la luz de la luna, sin velas ya, sólo blanca como la nieve.
Esos son los peligros del amor. De pronto aparece un guaperas musculoso en tu vida y te la trastoca, sucumbiendo a un destino fatal. La moraleja de todo esto es clara: Deja al deportista con retraso mental. Mejor quédate con el científico nerd, el ratón de biblioteca, ese/a historiador/a del arte misterioso y callado que no tiene agallas para ir a hablar contigo. ¡Vé a hablar con el/ella inmediatamente! Jamás te dejará a la deriva en una barca.