Stonehenge
La naturaleza modificada por los sentimientos.
«La alienación sensorial yace en el origen de la estetización de la política» [1]
La principal preocupación de Constable fue siempre representar la naturaleza. Una naturaleza imponente pero ante todo heredera y sometida a su relación con el ser humano. En Stonehenge, Constable nos remite a un tiempo mítico donde la naturaleza aparece intervenida por una huella humana que la carga de valor simbólico.
Estamos ante un paisaje unitario que, aun mostrando elementos reales ambientados en una atmósfera teatral, bien podría haber existido en un determinado momento. Esto es lo que Albert Boime denominó «perspectiva ejecutiva», técnica que el paisajista inglés compartió con su contemporáneo William Turner. Sin embargo, el fin con el cual ambos la emplearon es totalmente distinta.
Constable, gran exponente de lo pintoresco, pinta las aspiraciones de la élite de su época: a saber, la posesión de tierras, que se traduce estéticamente en la posibilidad de controlar el entorno y de posicionar al individuo por encima de sus condicionantes naturales. Mientras que Turner empleaba el sentimiento como medio para crear imágenes que conectasen con la realidad, Constable lo utilizaba para alejarse de ella. Stonehenge es una muestra de naturaleza modificada por los sentimientos que anhela la individualización y la absolución del yo en un mundo donde lo bello, el placer y la armonía se aíslan de lo tangible.
A título personal, en Constable se presagia esa mirada ciega sobre la que habla Susan Buck-Morss, la de un individuo sumido en sí mismo que se aleja del shock y de cualquier amenaza que pueda poner en cuestión su infinitud. Se aleja de lo sublime de Turner, o de lo sublime de la Masacre en Corea de Picasso, para conducirnos hacia nuevos movimientos artísticos de exploración autotélica, casi espiritual, como el Expresionismo abstracto de los Estados Unidos de la post Segunda Guerra Mundial.
En Turner, la grandeza de la naturaleza está en su carácter cambiante, en su sujeción al paso del tiempo y al trauma; Stonehenge, en cambio, es un símbolo del poder y la eternidad de un ser humano privilegiado que se aleja del peligro y se protege bajo uno de esos violentos y emocionantes cielos de los que Constable fue experto pintor.