Viva la vida
Su último cuadro.
Todo en la vida de Frida Kahlo tiene un toque de realismo mágico. Cuando sufrió el fatídico accidente que cambiaría por completo el rumbo de su vida, el cuerpo semidesnudo de Frida quedó tendido en el suelo cubierto por un polvo de oro que llevaba uno de los pasajeros que viajaba con ella en el autobús.
La imagen de su cuerpo dorado tendido en el suelo, parecía la terrible predicción de cualquiera de los tantos cuadros que más tarde pintaría la artista.
Como se sabe, la obra de Frida Kahlo es un viaje artístico y psicológico a través del dolor. Sin embargo, una vida trágica marcada por la enfermedad, no fue capaz de mermar su carácter fuerte y determinado. La artista decide pintar sobre sí misma, sobre su dolor y su intimidad, apasionada de la cultura popular de su país, se apropia de un género religioso tan intimista como el exvoto mexicano para representar mejor su agitado mundo interior. Innova en la tradición mezclando géneros y formatos, crea imágenes luminosas, coloridas y sorprendentes, algunas veces morbosas y crudas como el mismísimo dolor humano.
Siempre abierta a la expresión de sus emociones, empecinada en hacer todo lo que no podía, imperfecta, magnética, sexual, exótica y original, fue capaz de crear todo un mundo de imágenes indelebles a partir de un dolor que en circunstancias similares hubiese aniquilado a cualquiera.
Después de soportar con resiliencia y coraje el dolor que le infligía su cuerpo durante décadas, Frida Kahlo empieza a tener un grave deterioro de su salud a los 45 años. Comienza a pintar bodegones y naturalezas muertas, sobre todo frutas, que se podían colocar en una mesa cerca a esa cama de la que ya no se pudo volver a levantar.
Uno de sus últimos bodegones es esta composición, unas suculentas sandias de colores vibrantes e intensos. Justo ocho días antes de morir, Frida Kahlo escribió en una de las rodajas de este bodegón de sandias sus palabras de despedida, una frase que es capaz de resumir su trágica y hermosa figura:
Viva la vida!.