
Andrea Pozzo
Italia, 1642–1709
Este caballero barroco fue un jesuita que ejerció de arquitecto, pintor y sobre todo, las dos cosas a la vez. Es decir, Andrea Pozzo era ante todo «diseñador de espacios». Pozzo creaba sus frescos ilusionistas utilizando la técnica de la Quadratura, dando lugar a acojonantes efectos ópticos que engañarían al ojo más avispado.
Pozzo nació en Trento, y se fue a estudiar a Milán. Ahí se incorpora como jesuita. Era el barroco pleno, y las decoraciones que hacía Pozzo gustaban bastante, por lo que se va a Venecia para centrarse en la decoración de las nuevas iglesias católicas que salían como setas en esa época de contrarreforma.
Pozzo hacía trampantojos excelentes: falsos dorados, falsos bronces, falsas esculturas y columnas. Todo era maravillosamente falso, pero daba el pego. No sabemos cómo hacía Pozzo, pero creaba espacios tridimensionales de la nada.
Los jesuitas de Roma no tardan en reclamar su trabajo. Sus frescos son ya legendarios, pero ahora viene lo realmente bueno. Con su Fresco de la Apoteosis de San Ignacio deja a todo el mundo con la boca abierta. A partir de entonces, todos los artistas querían ser Andrea Pozzo.
Pozzo se iría a Viena, reclamado por el emperador y ahí crearía varios ejemplos más de su magia, y ahí moriría, siendo enterrado con honores como un grande.
No sabemos cómo hacía este señor. Quizás ayudaba leer mucho. Andrea Pozzo era también teórico del arte y publicó Perspectiva pictorum et architectorum, donde nos cuenta algunos de sus trucos.