Edward Sheriff Curtis
Estados Unidos, 1868–1952
Entre los historiadores del arte especializados en fotografía se habla del señor Curtis como uno de los fotógrafos más prolíficos, talentosos y, quizás, menos reconocidos de la historia del medio. No sin razón pues dejó para las generaciones venideras un legado visual inigualable y que, muy probablemente, no habría sido posible tener sin su labor.
Curtis nació en el seno de una humilde familia del noreste de los Estados Unidos. Durante sus años de juventud fue peón en la granja familiar y, tras la muerte de su padre, mozo en una tienda. Al mismo tiempo que abandonaba la escuela a la edad de doce años para no volver jamás comenzó a construir su propia cámara fotográfica de forma autodidacta, para flipar…
En los años siguientes Curtis fue todo un ejemplo de entrepreneur. Con los años compró su primera cámara profesional, se afincó en un estudio de Seattle y ganó reconocimiento y premios muy joven como retratista (fue el fotógrafo oficial de la familia Roosevelt). También fue documentalista en video, e incluso tuvo ocasión de probar su talento como explorador y fotógrafo en una arriesgada expedición a Alaska; durante esta tuvo ocasión de conocer a expertos estudiosos de los nativos americanos como George Bird Grinnel o John Muir, los cuales fueron fundamentales para su trayectoria.
En 1905 comienza su macro proyecto «The North American Indian» que se alargaría durante algo más de 25 años y ocuparía la totalidad de los esfuerzos del señor Curtis. Durante esos 25 años y pico Curtis publicó aproximadamente 1500 fotografías en 20 volúmenes (a los que también acompañaban capítulos de escritos explicativos) dedicadas exclusivamente al estudio de todas y cada una de las diferentes tribus de los nativos norteamericanos, aunque se dice que tomó cerca de 80.000. Curtis se pasó la vida pateándose Norteamérica de arriba abajo viviendo todo tipo de aventuras y peripecias en un esfuerzo por recopilar tantos aspectos de la vida los nativos como fuera posible, pues ya se consideraban entonces abocados a la desaparición.
Hoy en día los ritos, tradiciones, costumbres y aspecto de los apaches, los hopis, los navajos y casi un centenar de pueblos más son estudiados con precisión gracias al esfuerzo hercúleo y la temeridad de Curtis. Sin duda la obra de fotografía etnográfica más vasta de la historia. Además con la cámara (una Rochester de gran formato) era un crack…
Muere a los ochenta y cuatro años, pobre y olvidado. Nunca recibió beneficios por su labor y su fama murió pronto arrollada por la influencia de las vanguardias modernas.