Juan Martínez Montañés
España, 1568–1649
Juan Martínez Montañés fue un escultor español a caballo entre la armonía y la sobriedad del Renacimiento español y el drama y la oscuridad del Barroco. Quizás por ello no sea descabellado clasificarlo dentro del arte manierista, que recibía aportaciones de dos de los grandes movimientos de la historia del arte. Su buen hacer como escultor hizo que fuera llamado el «Lisipo andaluz» y hasta «el dios de la madera».
Andaluz en la época más florida de estas tierras, Montañés se hizo escultor de la mano de Pablo de Rojas, que dejó una enorme influencia en su estatuaria religiosa (que es casi toda la producción del artista). El 1 de diciembre de 1588 se examina para acreditar su suficiencia en la escultura y el diseño de retablos y con un retablo y un par de figuras (una de ellas desnuda) deja boquiabierto al tribunal, que lo declaran «hábil y suficiente para ejercer dichos oficios y abrir tienda pública».
Hábil era, y se nota en su obra, paradigma de la serena Escuela Andaluza (frente al dramatismo de la Escuela de Valladolid). Sus espectaculares retablos y sus esculturas de santos con objetivos procesionales hablan por sí mismos: parece que van a cobrar vida en cualquier momento.
Adquirió fama entre los grandes, fue colega de Miguel de Cervantes, y hasta Velázquez hizo de él un retrato (en la imagen). Vivió respetado y admirado, y en compañía de su familia en la ciudad de Sevilla, en la que murió, ya bastante anciano, víctima de una peste que recorrió la ciudad (casi el 50% de los sevillanos acompañaron a Juan Martínez Montañés).