Paul Sérusier
Francia, 1864–1927
Paul Sérusier fue uno de esos postimpresionistas franceses que ejerció de líder o gurú del grupo de los Nabis, «los profetas», una especie de «secta artística», adelantada a su tiempo y consagrada al color, unos místicos que supusieron una notable influencia en el arte posterior.
Sérusier, interesado en la filosofía, empezó a pintar obras naturalistas en Bretaña. Unas pinturas de calidad, pero nada nuevo bajo el sol. Todo cambia al conocer a dos tipos como Émile Bernard y Paul Gauguin, que estaban haciendo algo completamente nuevo dentro del arte.
De pronto, Sérusier empieza a mirar hacia adentro y a usar colores arbitrarios, a reflejar su paisaje interior. Esas pinturas revolucionaron a los jóvenes artistas parisinos, ávidos de un arte nuevo. De pronto, Sérusier tenía a un grupo de discípulos a su alrededor y se los llevó a su Meca particular, la atávica Bretaña.
Sérusier estableció su estudio ahí, pintando modernísimos paisajes, mujeres bretonas y obras directamente influenciadas por las estampas japonesas. De vez en cuando se iba a París, pero solo para exponer su obra junto a sus compañeros Nabis y captar a nuevos creadores para su culto.
Los Nabis, con Sérusier a la cabeza se interesarán por lo exótico y lo oriental, con temáticas costumbristas. Su estilo está basado en la deformación de las cosas, dejando protagonismo a las emociones, y sobre todo al color.
Con el tiempo Paul Sérusier se convirtió en una figura de referencia para toda la pintura moderna. Dedicado a la teoría y a la docencia, seguiría infectando a nuevos pintores para crear un arte nuevo que abriría puertas y ventanas por las que entrarían las posteriores vanguardias artísticas.