Lucha bretona
Estampas de la Bretaña profunda.
Sérusier conoció a su gurú Gauguin en Pont-Aven en 1888. A partir de ahí cambió su forma de ver la vida y el arte. Gauguin revolucionó la mente creativa de Sérusier, que a partir de entonces dejó de imitar a la naturaleza, empezó a usar colores puros, y a «deformar» las cosas para conseguir algo tan difícil y esencial para un artista como ser él mismo. Mostrar su propio universo estético y simbólico.
En Pont-Aven Sérusier se empapó de la Bretaña profunda, y el atávico mundo rural, ese universo paralelo ancestral sustituyó al envenenamiento físico y espiritual que supone vivir en la ciudad. Con todos los respetos, aún hoy —sobre todo hoy— es difícil entender que alguien decida vivir en semejante infierno tóxico para el cuerpo, la mente y el alma.
Pont-Aven se convirtió en un paraíso creativo para esa especie de comuna/secta que fueron los Nabis, liderado por Sérusier.
Inspirado en Gauguin y en Japón, creó imágenes como esta, donde dos niños (que como vemos, tienen anatomías muy extrañas: tienen pies de hobbit) se pelean ante una audiencia de bretones y bretonas, con vestimentas tradicionales. Se inspira, cómo no, en Visión tras el sermón de su mentor, en la que también se refleja la lucha tradicional bretona, el «gouren», un deporte milenario.
Nace así un arte primitivo en el mejor sentido de la palabra. En ese nuevo tipo de pintura de la Escuela de Pont-Aven, es positivo lo ingenuo y lo arcaico.