Shirin Neshat
Irán, 1957
El constructo orientalista de la figura femenina musulmana con chador negro vinculada al terrorismo pierde su significancia cuando la artista Shirin Neshat, de origen iraní, representa a la mujer velada como reformulación política sobre el papel del hijab en la sociedad mediante la captura estática de siluetas anónimas y homogéneas como la formación de un estereotipo de mujer musulmana por parte de occidente.
Neshat emigró a Estado Unidos con diecisiete años, momento en el que comenzó la revolución iraní en el 1979. Volvió a su país en 1990, encontrando un paisaje en blanco y negro que representará más tarde a través de su obra, encontrando un espacio político en el que identificarse como artista del exilio y todo lo que ello conlleva: desarraigo identitario y el dolor de la separación.
A través de una complejización de la mirada, su obra propone la relación entre el terrorismo y el cuerpo de género, además de una batalla entre la imagen estereotipada de occidente y el propio régimen iraní, utilizando como herramienta visual la fotografía en blanco y negro y el formato audiovisual, además de utilizar como herramienta poética la superposición de la escritura persa, cuyos temas como el deseo, el sexo y la vergüenza otorgan de un gran simbolismo al supuesto elemento ornamental.
Conocida por su obra monumental Mujeres de Alá que le dio la popularidad internacional de la que actualmente dispone, Neshat empezó a realizar instalaciones de video enfocadas a un público occidental que fuera capaz de enfrentarse a la dualidad terrorismo y género como cuestiones globales contemporáneas, complejas de traducción para la visión orientalista.
Si en algo se caracterizan las mujeres de Neshat es en la imagen de la figura posrevolucionaria iraní en la esfera pública, creando alteraciones en su representación que dan a interpretaciones complejas, más allá de lo visual, pues la misma artista aboga por un rechazo de la maestría estética para destacar la parte alegórica de las propias fotografías.
Su obra ha creado un discurso social en las esferas artísticas, una crítica del sujeto femenino iraní-islámico masivo, al mismo tiempo que señala la no individualización de la mujer musulmana en la esfera occidental. No ha pasado desapercibida en los medios internacionales, recibiendo reconocimiento y exhibiendo su trabajo al alrededor de todo el mundo, haciendo de su arte una forma de activismo, pues como ella misma dice:
«El arte es nuestra arma. La cultura nuestra forma de resistencia».