Ángel del Arca de Santo Domingo
Acercándose al Cinquecento.
No es una obra demasiado conocida de Miguel Ángel, que hará durante la temporada que vivió en Bolonia, acogido en la casa de un noble llamado Giovanni Francesco Aldrovandi, que tenía muy buena relación con la poderosa familia Médici de Florencia.
Por aquellos años, en la Basílica de Santo Domingo de la ciudad estaba trabajando un escultor, Niccolò dell’Arca, en la decoración del sepulcro de Santo Domingo Guzmán, el santo fundador de los dominicos y por el cual habían dado nombre a la basílica de Bolonia en su honor.
El famoso Pisano comenzó a realizarla, y dell’Arca debía terminar los detalles. Lamentablemente, el escultor falleció antes de poder finalizar todas las esculturas. Fue entonces cuando intervino Aldrovandi. ¿Quién mejor que Miguel Ángel para terminar el sepulcro? Por mediación del noble, el gran artista fue el encargado de realizar tres esculturas que faltaban, entre ellas este pequeño ángel que sostiene un candelabro.
Se trata de una escultura plenamente funcional, además de decorativa, en su candelabro cogen perfectamente los cirios votivos.
Miguel Ángel se inspiró en las esculturas ya presentes del conjunto realizadas por Niccolò dell’Arca, sin embargo su estilo difiere mucho de su antecesor. Mientras las anteriores reflejaban sutileza, suavidad y unas formas mucho más equilibradas, Miguel Ángel ya se pasa al otro extremo, a lo que ya será el Cinquecento. Su ángel es mucho más sólido, compacto, con una pose más bien enérgica y no relajada o tan espiritual.
Además, se supone que los ángeles son figuras andróginas, sus rasgos deberían ser ambiguos…y aún así el suyo es claramente masculino (ya sabemos que Miguel Ángel era un gran admirador de la anatomía masculina, no le ocurría lo mismo con la femenina…).
El rostro del ángel es mucho más expresivo, y su postura medio agachada provoca mayor dinamismo con los pliegues de su túnica en consonancia.