Arlequín con espejo
Picasso se disfraza de un Arlequín con máscara tras su viaje a Italia.
Picasso acababa de llegar de Italia y venía fascinado con los personajes de la Commedia dell’arte. Además, tras su estancia en el país con su colega Cocteau se volvió mucho más clásico, todo lo contrario del experimentador radical que revolucionó el mundo del arte a principios de siglo.
Era la Europa de entreguerras, y había una nueva mirada realista del mundo que de alguna forma combatía el formalismo de las vanguardias. Era la época del “retorno al orden”, de recuperar otra vez más la pintura clásica, siempre presente, imperturbable aún después del caos de la Gran Guerra.
De todas formas, esta vuelta a los planteamientos clásicos no apagó para nada la libertad de Picasso, atesorada en su anterior experiencia cubista. El clasicismo del artista no es del todo sincero. Se inspira en la antigüedad, cierto, pero sigue violando leyes básicas de la perspectiva y mostrando una misma obra desde múltiples varios puntos de vista.
Otra cosa curiosa de la obra: Este cuadro iba a ser un autorretrato (se sabe por unos estudios en rayos X). Picasso se identificaba con el temperamento de Arlequín, pero al final decidió vestir a la figura de saltimbanqui y ponerle el rostro-máscara de Pierrot, mirándose al espejo con actitud melancólica.
Se cree que en esa época la americana Sara Murphy lo había mandado a freír espárragos, cosa que a un macho alfa como Picasso le cuesta digerir.